La Constitución de Cuba, en su artículo 1°, sostiene: “Cuba es un Estado socialista de derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos como república unitaria e indivisible, fundada en el trabajo, la dignidad, el humanismo y la ética de sus ciudadanos para el disfrute de la libertad, la equidad, la igualdad, la solidaridad, el bienestar y la prosperidad individual y colectiva”. ¿Es Cuba un Estado “socialista de trabajadores”, con libertades políticas y bien común social tal como lo señala su Constitución?
A la luz de los hechos, y luego de más de 60 años del triunfo de la Revolución Cubana, no existe ni remotamente la libertad política, tampoco la libertad de expresión ni las elecciones libres. Toda voz disidente es barrida por el Partido Comunista, por un Estado dictatorial que controla y direcciona de manera omnipresente a la sociedad. Televisión, radio, periódicos, revistas y cine, todo al servicio de la difusión de la ideología comunista, con restricciones inclusive para el acceso a internet.
A lo largo de seis décadas el régimen cubano ha ejecutado a miles de personas como así también muchas de ellas siguen siendo sometidas arbitrariamente a juicios y sumarios sin acceso a recursos legales por no existir un Poder Judicial independiente ni un Estado de Derecho. Se calcula que de 1960 a 1987 el régimen castrista fue responsable, directa o indirectamente, de 35.000 a 141.000 muertos. Además, el 20% de la población cubana fue desplazada, refugiada o exiliada. Cuba tiene hoy por hoy uno de los índices más altos a nivel mundial en cuanto a encarcelamientos por disidencias políticas. Ernesto "Che" Guevara, artífice de la expansión de la guerrilla en la región, ya afirmaba ante la Asamblea de las Naciones Unidas en 1964: "Fusilamiento sí; hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario". Palabras más que elocuentes que han alentado sistemáticos baños de sangre subversivos con una posterior represión militar.
El castrismo siempre se ha jactado por sus grandes logros en materia de salud pública y educación, en haber combatido el analfabetismo, la desnutrición, en haber aumentado el índice de esperanza de vida como así también en haber reducido la mortalidad infantil y el desempleo. Lo cierto es que el 88 % de los ciudadanos cubanos viven en en la actualidad en una situación de pobreza extrema, según un reciente estudio publicado por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH), una organización que detecta también una creciente preocupación por la seguridad alimentaria en la isla y las carencias para adquirir productos básicos. Según el estudio, el 62 % de los cubanos tienen problemas incluso para comprar lo más esencial para sobrevivir, 11 puntos más que en otra encuesta similar realizada en 2022.
El régimen cubano siempre ha propagado la idea de una Cuba destruida en materia sanitaria y educativa antes de la llegada de Fidel Castro al poder. Sin embargo, según la propia UNESCO, en 1958, Cuba dedicó el 23% de su presupuesto público total a la educación, el porcentaje más alto de América Latina. Su tasa de alfabetización en 1960 era del 79%, en comparación con el 65% y el 60% en México y Brasil, respectivamente. En el campo de la salud, las inversiones de Cuba también fueron notables. El número de médicos y enfermeros por cada 1.000 habitantes era de 1,0 y 4,5, respectivamente, el tercer y cuarto puesto más alto en América Latina en esos tiempos. De hecho, Cuba ya había conseguido buenos resultados en materia de salud antes de la Revolución.
La esperanza de vida al nacer en Cuba en 1958 alcanzaba los 64 años, cifra que sólo era superior en América Latina sólo en Argentina (65 años) y Uruguay (68 años). Su tasa de mortalidad infantil en 1958 era de 39 por cada 1.000 nacidos, la más baja de la región y muy inferior a la de Argentina (60), Costa Rica (87), Chile (118) y México (94). A pesar de esto, el gobierno castrista siempre tuvo un especial ensañamiento en pintar un panorama sombrío respecto de la salud cubana pre-revolucionaria.
En cuanto al sistema sanitario, y muy a pesar de la censura y de la propaganda oficial, el mismo se divide en tres: El primero es para los extranjeros que van a Cuba específicamente para recibir atención médica. Esto se conoce como «turismo médico». Los turistas pagan en divisas extranjeras, lo que proporciona oxígeno al régimen y cuyas instalaciones son de última generación. Las instalaciones reservadas a extranjeros hacen un gran negocio con tratamientos de botox, liposucción e implantes mamarios. El segundo sistema de atención médica es para las élites cubanas: el partido, los militares, los artistas y escritores oficiales. Su sistema, como el de los turistas médicos, es de primera categoría.
Por último, se encuentra el verdadero sistema cubano, el que la gente común debe usar. Hospitales y clínicas en condiciones insalubres, colapsados, que si tienen que ir al hospital, deben llevar sus propias sábanas, jabón, toallas, comida, bombillas, incluso papel higiénico. Un apartheid que favorece a la élite gobernante y a los extranjeros que pagan en dólares, mientras se les niega atención médica a los presos y disidentes por motivos políticos. Un médico en Cuba actualmente gana en promedio entre cinco mil y siete mil pesos. Eso por el mercado negro, aproximadamente 30 o 32 dólares mensuales. Por eso los médicos piden la baja y se ponen a trabajar en una cafetería o en un bar, o incluso se van del país.
De la Revolución no surgió el tan anhelado "hombre nuevo" proclamado por el Che Guevara ni mucho menos. De una incipiente “primavera comunista” a nivel social se pasó a un durísimo invierno. El hecho de que sistemáticamente miles de ciudadanos de la isla hayan estado dispuestos a subirse a balsas y otros objetos flotantes precarios para cruzar un mar infestado de tiburones y tratar de llegar como refugiados a EEUU es la evidencia clara de que la Revolución históricamente estuvo lejos de haber construido el tan mentado “socialismo de los trabajadores” como alguna vez se prometió.
En cuanto al sistema educativo, clave para la manipulación político-ideológica, hoy en día la enseñanza pública, única permitida en el país, no es ni gratuita ni de calidad. Sus gastos se deducen de los descuentos del salario de los trabajadores y de los gastos que los padres asumen para meriendas, zapatos, uniformes y repasadores privados, mientras algunas escuelas funcionan gracias a las contribuciones de los familiares destinadas a adquirir ventiladores, pintar las aulas, comprar cloro y detergente para limpiar los baños, conseguir papel de escribir y bolígrafos.
Entre las causas de los daños ocasionados a la enseñanza en Cuba están los de miles de maestros alquilados por el Gobierno a otros países, mientras otros miles de graduados han abandonado la docencia en busca de mejor remuneración salarial o para emigrar del país. Está también la eliminación de la libertad académica, un derecho fundamental que consiste en la libertad de enseñar y debatir sin limitaciones ideológicas, investigar, difundir y publicar los resultados. Una eliminación inclusive ratificada por la viceministra primera de Educación Superior, Martha Mesa Valenciano, cuando en el 2019 publicó en el sitio web de dicho ministerio: "El que no se sienta activista de la política revolucionaria de nuestro Partido, un defensor de nuestra ideología, de nuestra moral, de nuestras convicciones políticas, debe renunciar a ser profesor universitario".
Pero el rentable negocio del narcotráfico en Cuba fue ya desde principios de la Revolución algo más que auspicioso, manejado por un círculo cerrado de altos narco-funcionarios agrupados en torno al MINFAR (Ministerio de las Fuerzas Armadas) y el MININT (Ministerio del Interior). De esta manera se pudo consolidar el cartel de La Habana que nada tiene para envidiarle a carteles de la droga más conocidos como el de Medellín o Cali. Desde los años ’70, bajo la responsabilidad de Raúl Castro y a través del MINFAR, se comenzó a preparar una gran infraestructura que iba a servir como centro de operaciones para el tráfico de drogas por toda Iberoamérica. Una de las principales bases se estableció en Cayo Largo (costa sur) y posteriormente en Moa (provincia de Holguín). En esta última se encuentra instalada una de las plantas de procesamiento de drogas más importantes del mundo, construida con equipos provenientes de Alemania del Este para el procesamiento de cocaína y otras sustancias tóxicas.
Este es el tan afamado “paraíso socialista” de América Latina: Un régimen demagógico-populista con una cúpula narco-comunista en el poder que se beneficia ampliamente con el cartel de la droga cubana; una población arrastrada en el atraso y la miseria. A pesar de la fuerte propaganda del marxismo cultural, la Revolución Cubana es una farsa, no ha construido ningún “hombre nuevo” sino un modelo antidemocrático, empobrecedor y de postración para los cubanos.
Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.
15/10/2023
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