Ernesto “Che” Guevara, personaje sobredimensionado si los hay, es considerado en líneas generales como un denodado luchador por la libertad de los pueblos. Se lo refiere hasta el hartazgo como un revolucionario, como un idealista, algo así como un “mártir” del bien común social, una suerte de “paradigma” de rebeldía juvenil o leyenda romántica. Una emblemática imágen que aparece en toda manifestación de izquierda, un rostro estampado en infinidades de remeras que se venden -vaya paradoja- dentro del sistema plutocrático capitalista. Luego de su muerte, acaecida el 9 de octubre de 1967, quien creó el mito del “Che” fue por un lado el dictador Fidel Castro y, por otro lado, toda una serie de intelectuales europeos, norteamericanos y latinoamericanos, destacándose el filósofo francés Jean-Paul Sartre.
La realidad fue muy distinta. Con el triunfo de lo que vulgarmente se conoce como Revolución Cubana, América Latina en general, y Argentina en particular, fueron objeto de diferentes procesos insurgentes por parte de organizaciones armadas revolucionarias que no tuvieron ningún tipo de consenso popular y que intentaron la toma violenta del poder, con el objetivo estratégico público y declarado de imponer un “socialismo revolucionario”. La lucha armada fue la estrategia para la toma del poder, y la táctica principal utilizada fue el terrorismo, con su dramático saldo de asesinatos, secuestros de civiles y uniformados; toma de rehenes; extorsiones; asaltos y tomas de guarniciones militares, todo ello con la utilización de armamentos de guerra, bombas y explosivos.
Una lucha armada guerrillera que buscó implementar a nivel continental una dictadura totalitaria de base castro-comunista. Ernesto Guevara fue el primero en América Latina que teorizó sobre el concepto de guerrilla, teorizaciones que surgieron de la experiencia que tuvo junto a Fidel Castro durante la lucha armada contra la dictadura de Fulgencio Batista en Sierra Maestra, Cuba, con su consiguiente derrocamiento en enero de 1959.
Guevara explica las premisas y principios fundamentales por los cuales se debe construir toda insurgencia guerrillera. En “Guerra de Guerrillas”, su principal obra (Editorial Ocean Sur, pág. 13), sostiene: “Consideramos que tres aportaciones fundamentales hizo la Revolución Cubana a la mecánica de los movimientos revolucionarios en América. Son ellas: 1) Las fuerzas populares pueden ganar un guerra contra el ejército regular. 2) No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede desarrollar condiciones subjetivas sobre la base de condiciones objetivas dadas. 3) En la América subdesarrollada, el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo”.
De sus teorizaciones -que a la larga pueden explicar su inevitable fracaso y muerte en Bolivia- siempre parte de una irreal situación política ya que sistemáticamente da una visión falsamente ideologizada y ajena al sentido común. Es que sin el apoyo total de una población (tanto campesina como urbana) el movimiento insurgente siempre se va a constituir en un grupo violento que va a matar ante la indiferencia o el odio general. A su vez, priorizar la guerrilla para-militar en el ámbito rural y subordinar las acciones urbanas como algo secundario (o en todo caso como apoyo a las primeras en hombres, pertrechos bélicos, agitaciones obreras y/o estudiantiles) también demuestra una gran falta de visión.
Según el guevarismo, se debe priorizar la lucha en el campo porque las condiciones de vida son las más duras en cuanto a la explotación, la opresión y la pobreza, constituyendo los campesinos, así, el enorme potencial para el combate insurgente. Más aún, Guevara establece que un enfrentamiento de fuerzas irregulares mezcladas con el campesinado y luchando en un hábitat natural hacen que las FFAA resulten a la larga impotentes. Pero hasta el trotskismo descalificó esas “tesis” de exportación para toda América Latina al establecer que en realidad son las masas populares las verdaderas protagonistas en vez de un foco guerrillero rural.
En “Crear Dos, Tres… Muchos Vietnam es la Consigna”, otra de sus obras de cabecera, Guevara nos ilustra cómo debe ser la esencia de la lucha guerrillera. Sostiene el odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, el convertirse en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. El “idealista” revolucionario en realidad fue un asesino serial en donde fueron una constante los indiscriminados fusilamientos que realizó a soldados de su propia tropa por el sólo hecho de no caerles en gracia o resultarles desconfiables.
Nicolás Márquez, en su obra “El Canalla, la verdadera historia del Che” (Ed. Buenos Aires, pág. 150) sostiene: “Encontramos 14 asesinatos del Che en Sierra Maestra (los cuales Guevara personalmente confiesa en sus diarios), 23 homicidios cometidos por el Che a traición en Santa Clara y 175 en el campo de concentración de La Cabaña. Estos crímenes de Guevara se cometieron en el lapso de dos años (entre 1957/1959) y la cifra final asciende a 216 homicidios efectuados por el Che. Vale destacar que ninguno de estos crímenes se produjo en el marco de enfrentamientos armados, sino que estamos hablando de ejecuciones a sangre fría, la mayoría sin el trámite protocolar del “juicio sumarísimo” y muchos de ellos contra víctimas de su propia tropa tal como ya lo hemos visto. (...) En cuanto a la nómina de fusilados en La Cabaña, hay algunos casos mencionados en donde no se tiene certeza plena acerca de si Guevara disparó en persona o si él dio la orden de que se disparara. No obstante, este formidable trabajo desnuda una vez más la enorme distorsión existente en torno al retorcido chacal argentino, hoy convertido en símbolo de paz y justiciero humanitario”.
Los fusilamientos llevados a cabo no por Guevara en persona sino por orden de él mismo ascenderían a 1500 fusilados bajo su “gestión” en La Cabaña, asesinatos que no formaron parte del contexto naturalmente cruel de una guerra, ya que no hay registro de que “el comandante” haya matado a un enemigo en combate.
En cuanto a su “lucha” contra las dictaduras latinoamericanas lo que sistemáticamente se oculta es que según su misma concepción ideológica cualquier gobierno ubicado en las esferas del capitalismo ya era considerado una “dictadura”. Es decir, se debía llevar adelante el foco guerrillero y más allá de la índole del gobierno, así se tratare de una dictadura o de una democracia de pleno estado de derecho. Según Guevara no se debía admitir que la palabra Democracia, utilizada en forma apologética para representar la dictadura de las clases explotadoras, pierda su profundidad de concepto y adquiera el de ciertas libertades más o menos óptimas dadas al ciudadano. En su visión, luchar por conseguir la restauración de cierta legalidad burguesa, sin plantearse, en cambio, el problema del poder revolucionario, es luchar para retornar a cierto orden dictatorial preestablecido por las “clases sociales dominantes”.
En definitiva, de una experiencia vivida en Cuba Guevara quiso torpemente generalizar una doctrina para ser aplicada a toda América Latina. No todos los países latinoamericanos eran Cuba ni mucho menos se daba el mismo proceso político y económico como para aplicar esos “principios”. Inclusive en el triunfo de la mismísima Revolución Cubana hay mucha tergiversación. El enfrentamiento con las fuerzas de Batista consistió más que nada en escaramuzas y combates con un muy reducido número de bajas. Los soldados batistianos carecieron siempre de una moral de combate, no estando muy lejos de deponer las armas por arreglos económicos con el enemigo. Y de una guerra de estas características no se pueden deducir postulados básicos para encarar otras, mucho menos a escala continental.
La base de su doctrina guerrillera es falaz, torpe. Y el desgraciado recuerdo de las guerrillas marxistas con su impronta de odio, de resentimiento y terrorismo disfrazados bajos los conceptos de “liberación” y de “amor a la humanidad” nos deja una lección más que clara. Nos permite ver cómo se puede luchar, como se puede matar y como se puede morir por una abstracción ideológica, por algo que no puede estar nunca plasmado por ser una utopía pura: el comunismo, algo tan irreal y falso como la figura del Che Guevara, una fría máquina de matar por nada.
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