viernes, 3 de junio de 2022

4 DE JUNIO DE 1943, LA NUEVA ARGENTINA


El pronunciamiento militar del 4 de Junio de 1943 puso fin al gobierno de Ramón Castillo, el último de los presidentes de la denominada ‘Década Infame’. Luego de la efímera presidencia del General Arturo Rawson (quien apenas duró dos días en el poder), le sucedió el General Pedro Pablo Ramírez y posteriormente el General Edelmiro Farrell, quien estuvo al frente del Poder Ejecutivo desde febrero de 1944 y hasta junio de 1946 cuando asumió el electo presidente General Juan Domingo Perón.


Este levantamiento militar fue el único de nuestra historia en donde no estuvieron al tanto las embajadas extranjeras. Al amanecer de ese 4 de junio, unos 8.000 soldados aproximadamente –y al mando del general Rawson– avanzaron desde la guarnición militar de Campo de Mayo hacia la Capital Federal. Al llegar a la Escuela de Mecánica de la Armada la columna fue atacada por fuerzas leales al gobierno pero finalmente se rindieron. De esta manera la suerte de Castillo estaba echada.


A la tarde de aquella histórica jornada los jefes del levantamiento ya estaban instalados en la Casa de Gobierno. Al principio se caracterizaron por tener ideas y posturas ideológicas muy heterogéneas. El efímero presidente Rawson era pro-aliado, siendo abruptamente sustituido por Ramírez quien era nacionalista. Por lo pronto, y en referencia a la guerra, se afirmaba una política de neutralidad. El nuevo gobierno militar fue recibido en menor o mayor grado con aprobación y expectativas, sobre todo teniendo en cuenta lo odioso del Régimen derrocado.


Los militares de la Revolución no tenían la más mínima intención de entregar el Poder a partido político alguno, ni siquiera parcialmente. Aborrecían de los políticos, y esto no era para menos por todo lo que se había vivido durante la Década Infame en cuanto a fraude electoral sistemático, corrupción, entrega y problemáticas sociales que se hacían sentir de una manera más aguda.


El GOU (‘Grupo Obra y Unificación’) como cerrada organización militar secreta desempeñó un papel fundamental y decisivo en el derrocamiento de Castillo, y posteriormente en las maniobras internas que precipitaron las sucesivas salidas de la presidencia de los generales Rawson y Ramírez, posibilitando el ascenso del General Farrell. El GOU fue más que necesario para que la Revolución del 4 de Junio no se desviara como la del 6 de Septiembre de 1930. Se compuso por un reducido grupo de oficiales, coroneles, tenientes coroneles y capitanes todos ellos en servicio activo. Fue el avance de los oficiales jóvenes del Ejército, muchos de ellos provenientes de sectores medios y bajos sin influencia que encontraron un momento histórico oportuno para dar un salto de calidad, ya que en enero de 1943 había fallecido el General conservador y anglófilo Agustín P. Justo, quien había controlado al Ejército por casi dos décadas.


Los integrantes del GOU tenían una clara visión nacionalista, en contra del Comunismo y de la Masonería. Una postura neutralista frente a la Segunda Guerra Mundial y políticamente querían terminar de una vez por todas con la corrupción de los gobiernos conservadores; formar una fuerte conciencia nacional con un contenido social, económico y jurídico claramente distinto al que se venía dando. Si bien simpatizaban con el Eje no tenían incorporada como doctrina la ortodoxia cosmovisional del Nacional-socialismo. Como simpatizantes entendían que un hipotético triunfo del Eje Berlín-Roma-Tokio (luego extendido a otros países) le daría a la Argentina un papel eminente en el escenario continental americano.


A su vez especulaban con la idea de que una derrota norteamericana y británica pondría fin a la histórica expoliación colonialista sufrida por nuestro país. El verdadero cerebro y líder del GOU fue el por entonces Coronel Juan Domingo Perón, quien junto al Coronel Miguel Ángel Montes fue el artífice de la proclama de 1943. En este año, y por primera vez en nuestra historia, la producción industrial va a superar a la tradicional producción agropecuaria. Entre 1942 y 1946 (es decir previo a la llegada de Perón a la presidencia) se habían creado 25.000 establecimientos industriales diversos.


Estos cambios fundamentales habían comenzado de manera paulatina con la industrialización por sustitución de importaciones de la Década Infame, proteccionismo que se aceleró con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y que el gobierno de la Revolución estimuló aún más llevando adelante una serie de medidas muy importantes: El fomento y la defensa de la industria; la rebaja y luego el congelamiento de los precios de alquileres; la rebaja de los arrendamientos agrícolas, lo que generó un extraordinario incremento de la industria tambera y granjera en el sur de Santa Fe y norte de Buenos Aires, zonas que antes tenían un sistema de arriendos casi feudales. A su vez se creó el Banco de Crédito Industrial y se promovieron las fabricaciones militares. Otra medida muy importante fue la intervención de la odiada Corporación de Transportes (que en el marco del pacto Roca-Runciman del año ’33 se le daba la concesión y el monopolio del transporte público de la ciudad de Buenos Aires a corporaciones empresariales de origen británico).


Todas estas medidas marcaban una línea de indiscutible sentido nacional, y hacia 1945  la infraestructura industrial ya abarcaba a casi todos los rubros livianos, con el ánimo de incursionar en sectores de la industria pesada. Pero sin lugar a dudas, la obra más trascendental del gobierno revolucionario estuvo en una serie de medidas adoptadas bajo la directa conducción del por entonces Coronel Perón en el orden social.


El antiguo Departamento Nacional de Trabajo se convirtió desde noviembre de 1943 en la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, alentándose una mejor redistribución de la riqueza nacional como así también un mejoramiento sustancial en las relaciones entre el Capital y el Trabajo. Se extendió el régimen jubilatorio; se crearon los tribunales de Trabajo para poder regular el enfrentamiento tradicional entre patrones y obreros en el orden judicial. Hubo un reconocimiento definitivo al movimiento sindical y hacia 1945 el movimiento obrero ya era netamente peronista. Se estableció el pago de vacaciones y de aguinaldo; hubo una sistemática política de aumento de salarios; se estableció la previsión por accidentes de trabajo como así también la elaboración de convenios colectivos a favor de los trabajadores.


El famoso ‘estatuto del Peón’ dictado por Perón fue lo que más enfureció a la oligarquía conservadora de aquel entonces, ya que estipulaba derechos y obligaciones para el patrón y para el peón. De ahora en más existía un poder superior a la patronal y en defensa de los tradicionalmente postergados del campo. Hacia principios de 1945 ya no había dudas del proceso popular que se estaba gestando. Luego de casi dos años de creada la Secretaría de Trabajo y Previsión Social se había conseguido que los obreros fueran el más firme apoyo del Coronel Perón.


La Revolución del 4 de Junio de 1943 marcó una nueva etapa en el país. No fue una mera asonada militar destinada a cambiar hombres o partidos. Fue un proceso transformador, apuntó a un claro resurgimiento nacional como así también a una idea moral y humanista. El GOU (o sea, el mismísimo Perón) hizo que se cumpliera el programa de la Revolución imponiendo una norma de conducta con un contenido económico, social y jurídico totalmente innovador. Una Nueva Argentina, gestada de manera inadvertida desde noviembre de 1943 con la inauguración de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, organismo que tantos y amplios beneficios dio al pueblo argentino. Una Nueva Argentina que sin lugar a dudas tuvo su mayor expresión en la gesta popular del 17 de Octubre de 1945, el despertar de la conciencia colectiva del pueblo trabajador.




Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.

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