sábado, 7 de agosto de 2021

ERNESTO PALACIO Y SU GRAN APORTE AL REVISONISMO HISTÓRICO ARGENTINO


Docente, abogado, periodista, ministro y diputado nacional, fue uno de los historiadores más importantes surgidos de la Escuela del Revisionismo Histórico en nuestro país. Una verdadera eminencia que ha batallado desde la honestidad intelectual con el fin de esclarecer sobre nuestro pasado nacional.


Hijo de Alberto Palacio y de Ana Calandrelli, hermano del dibujante Lino Palacio, nació un 4 de enero de 1900 en el Partido de General San Martín, provincia de Buenos Aires. En 1919 ingresó a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires para estudiar abogacía, egresando en 1926. Enseñó Historia Antigua e Historia Argentina en la Escuela Comercial de Mujeres, entre 1931 y 1938; Geografía en el Colegio Justo José de Urquiza e Historia de la Edad Media en el Colegio Nacional Bernardino Rivadavia, entre 1931 y 1955. En la función pública se desempeñó durante los años 1930/1931 como ministro de Gobierno e Instrucción Pública de la Intervención Nacional en San Juan. 


En su obra “Alianza Libertadora Nacionalista”, Edgardo Atilio Moreno expresa: “Estrictamente hablando, el nacionalismo argentino nació en 1927 cuando los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta, junto con Ernesto Palacio y César Pico, entre otros, fundaron el periódico La Nueva República”. Este periódico fue el que sentó las bases de un nacionalismo embrionario, que con el paso de los años cobró mayor forma y consistencia desde lo doctrinario. La publicación llevaba por subtítulo “Órgano del Nacionalismo Argentino”, y el cuerpo estable de redactores estaba integrado por Rodolfo Irazusta como Director, Ernesto Palacio como Jefe de Redacción, Juan Carulla y Julio Irazusta como redactores permanentes


Palacio escribió asiduamente en La Nueva República basando su línea de pensamiento en las ideas de Leopoldo Lugones. También editó el semanario Nuevo Orden, que tuvo su primera aparición en julio de 1940. A su vez fue uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, en 1938, y miembro de la Comisión Directiva del mismo. Posteriormente fue diputado nacional durante los dos primeros gobiernos peronistas, adhiriendo al Nacional-justicialismo y ejerciendo además la presidencia de la Comisión de Cultura.


A mediados de 1948 Palacio pronunció en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires su disertación El Realismo Político, que fue la base de su libro Teoría del Estado publicado un año después. En su visión la realidad política es independiente de los sistemas de gobierno. Luego de preguntarse dónde se encuentra el poder y si en la monarquía la ejerce el rey o si en las democracias el pueblo, responde que “cualquier observador un poco atento de los fenómenos políticos deberá reconocer que la realidad histórica de los Estados rara vez corresponde a las categorías aristotélicas, y que hay aparentes monarquías absolutas que presentan rasgos acusados de oligarquía, democracias aparentes que son despotismos encubiertos, supuestas tiranías que se caracterizan por la debilidad del titular, instrumento dócil de camarillas militares o plutocráticas”.


Fue proscripto y perseguido luego del Golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955 que derrocó al General Juan Domingo Perón. Leopoldo Marechal, reconocido poeta, dramaturgo, novelista y ensayista argentino, autor de Adán Buenosayres, una de las novelas más importantes de la literatura argentina del siglo XX, describió al historiador revisionista como un “triunfante al haber impuesto su mentalidad a todo el mundo”. Palacio fue autor de La Inspiración y la Gracia (1929); El Espíritu y la Letra (1936); Historia de Roma (1939); La Historia Falsificada (1939); Catilina. La Revolución contra la Plutocracia en Roma (1945); Teoría del Estado (1949); y su Historia de la Argentina 1515-1938 (su obra cumbre que vería la luz en 1954).


En esta última y extraordinaria obra Palacio afirma de manera contundente: “La historia  ha de ser viviente, estimulante, ejemplarizadora, o no servirá para nada… Domina en nuestro país la falsa idea de una historia dogmática y absoluta, cuyas conclusiones deben acatarse como cosa juzgada, so pena de incurrir en el delito de leso patriotismo. Aquí se ejercita un verdadero terrorismo de la ciencia oficial, por medio de la prensa, la universidad y la enseñanza media. Su consecuencia es el estancamiento de la labor  histórica, cuyo corolario es un oscurecimiento cada vez mayor del sentimiento nacional, ya que las nuevas generaciones no encuentran, en el esquema heredado de sus padres y abuelos, los estímulos y lecciones que aquellos encontraron para la realización de su destino cívico…”.


En La Historia Falsificada señala: “La Historia convencional, escrita para servir propósitos políticos ya perimidos, huele a cosa muerta para la inteligencia de las nuevas generaciones. Ante el empeño de enseñar una historia dogmática, fundada en dogmas que ya nadie acepta, las nuevas generaciones han resuelto no estudiar historia, simplemente. Con lo que llevamos algo ganado. Nadie sabe historia, ni la verdadera, ni la oficial”.


Y haciendo alusión a la Historia Oficial sostiene: “Fraguada para servir  a los intereses de un partido dentro del país, llenó la misión a que se la destinaba: fue el antecedente y la justificación de la acción política de nuestras oligarquías gobernantes, o sea el partido de la civilización. No se trataba de ser independientes, fuertes y dignos; se trataba de hacernos en cualquier forma, de seguir dócilmente las huellas de Europa. No de imponernos, sino de someternos. No  de ser heroicos, sino de ser ricos. No de ser una gran nación sino una colonia próspera. No de crear una cultura propia, sino de copiar la ajena. No de poseer nuestras industrias, nuestro comercio, nuestros navíos, sino de entregarlo todo al extranjero y fundar, en cambio, muchas escuelas primarias donde se enseñara, precisamente, que había que recurrir a ese expediente para suplir nuestra propia incapacidad. Y muchas Universidades, donde se profesara como dogma que el capital es intangible y que el Estado es mal administrador”.


Ante la disyuntiva de qué debemos hacer responde: “Hacer nuestro destino. Fácil es decirlo; pero, ¿estamos preparados para ello? Obrar sí, pero, ¿en qué sentido? Una nación obra válidamente en el sentido que la determina su propia índole, prescrita en su historia. Para hacer, hay que ser”. Es decir, desde un punto de vista filosófico, para el autor el problema de las cosas que hacemos siempre va a estar condicionado o subordinado por el problema de lo que somos. Y si no sabemos lo que somos es precisamente porque ignoramos muchas cosas y tal como él lo señala “porque se nos ha confundido deliberadamente sobre nuestros orígenes y no sabemos ahora de dónde venimos”.


Sin lugar a dudas un pensamiento muy iluminado, y como tal fue un eximio formador de la Conciencia e Identidad Nacional. Sus palabras cobran una vigencia total si analizamos la realidad actual de nuestro país. Ernesto Palacio falleció en la ciudad de Buenos Aires a los 78 años, un 3 de enero de 1979. Al despedir sus restos mortales, el Dr. Julio Irazusta (otra de las grandes plumas prolíficas que ha dado el Revisionismo Histórico) lo calificó directamente como “el mejor dotado de todos los escritores de nuestra generación”.


En estos tiempos de falsificación y tergiversación historiográfica, de amarillismo y manipulación mediática, de cinismo, colonialismo y demagogia en la tradicional dirigencia política gobernante, el insigne historiador nos deja como legado un reencontrarnos a nosotros mismos a través de la comprensión de nuestro pasado nacional. Ya lo decía con claridad meridiana en su monumental obra Historia de la Argentina: “Este libro ha sido escrito con la preocupación obsesiva por nuestro destino. ¿Para qué, si no, serviría la historia? Cuando no se buscan en ella los signos de una vocación, queda reducida a simple pasatiempo erudito, o a pretexto de canonjías burocráticas. La función del conocimiento histórico consiste en iluminar los caminos del porvenir”.




Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.

domingo, 1 de agosto de 2021

JULIO IRAZUTA, FIGURA PROMINENTE DEL REVISIONISMO HISTÓRICO ARGENTINO


Julio Alberto Gustavo Irazusta nació en el seno de una familia de tradición radical el 23 de julio de 1899 en Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos. Hombre de elevada cultura, versadísimo crítico literario, gran escritor político e historiador, fue uno de los mayores referentes del Revisionismo Histórico Argentino.


En 1922 se recibió de abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y posteriormente viajó a Europa donde estudió latín y filosofía en el Balliol College de Oxford, Inglaterra. Tuvo como grandes referentes a Aristóteles, Santo Tomás de Aquino, Edmund Burke, Jorge Santayana y Benedetto Croce. Trabó relación con pensadores de la talla de Hilaire Belloc, Gilbert Chesterton y León Daudet. En Francia conoció al político y escritor francés Charles Maurras, líder e ideólogo del movimiento nacionalista Acción Francesa y posteriormente en Italia pudo presenciar de manera directa la experiencia fascista.


Un hecho trascendental en su vida ocurrió tras su regreso a la Argentina: El 1° de diciembre de 1927 fundó junto a su hermano Rodolfo, Juan Carulla, Carlos Federico Ibarguren y Ernesto Palacio el periódico “La Nueva República”, cuyo subtítulo expresaba ser “Órgano del Nacionalismo Argentino”. Rodolfo Irazusta era el Director, Ernesto Palacio el Jefe de Redacción, mientras que Julio formó parte del cuerpo de redactores junto a Carulla, Lassage, Pico y Casares.


La publicación denunciaba una crisis de orden espiritual y moral en el país producto del liberalismo generado a partir de la Revolución Francesa. Criticaba la forma laicista de nuestra enseñanza a partir de la Ley 1.420 y la Reforma Universitaria; la crisis de representación política originada por una partidocracia que se entendía como esencialmente corrupta y prebendaria como así también el caos que generaba el cada vez más avanzado bolchevismo extranjerizante luego del triunfo de la Revolución Rusa. A ello se agregarían artículos de formación, doctrina nacionalista y la férrea defensa de la Soberanía Política y Económica. La publicación primero fue quincenal, luego semanal y finalmente diaria hasta su cierre definitivo el 10 de noviembre de 1931. En la década del ‘40 volvió a su actividad literaria colaborando con Victoria Ocampo en su revista ‘Sur’.


A partir de la década del ‘30 comenzó su gran tarea de revisión de nuestro pasado nacional exponiendo el origen de nuestros males y mostrando siempre una visión superadora. Obras realmente notables fueron: “La Argentina y el Imperialismo británico”, publicada en 1934 en colaboración con su hermano Rodolfo. Este libro fue el inicio de un estudio profundo y detallado de los mecanismos de entrega de la riqueza del país a los intereses extranjeros, en especial a los ingleses. “Ensayo sobre Rosas” (1935); “Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia” (su monumental obra aparecida desde 1941, con un total de ocho volúmenes y más de tres mil páginas); “Tomás de Anchorena” (1950); ”Perón y la crisis argentina” (1956); “Influencia económica británica en el Río de la Plata (1963); ”Adolfo Saldías” (1964); ”Balance de siglo y medio” (1966); “Genio y figura de Leopoldo Lugones” (1968); ”La monarquía constitucional en Inglaterra” (1970); “La política, cenicienta del Espíritu” (considerada una de las más grandes obras escritas en Argentina sobre teoría política, 1977); “Gobernantes, caudillos y escritores” (1978); ”Breve Historia de la Argentina” (1981).


Sin renunciar a sus convicciones, su extensísima y prominente trayectoria se vio finalmente coronada al ser incorporado como miembro de la Academia Nacional de Historia en 1971. Y fiel a su estilo sostuvo en su discurso de incorporación: “Los componentes del movimiento (revisionista) quedamos en un ostracismo intelectual, equivalente a una emigración en el interior. El revisionista de la historia argentina debía renunciar a la notoriedad, a los honores y a los emolumentos, a las cátedras universitarias, a los cargos públicos de las reparticiones culturales del Estado, a que podía aspirar por su mérito”.


Falleció en su pueblo natal, Gualeguaychú, el 5 de mayo de 1982. Sin lugar a dudas un visionario. Un insigne historiador, Un gran esclarecedor de nuestro pasado nacional que siempre comprendió que la política debía surgir de la lección del pasado y que el estudio de los aciertos políticos debían ser la base para nuevos sistemas y programas, ya que en definitiva la política o es una ciencia experimental o no es nada (tal como solía afirmar). Un denunciador sistemático de lo que es moneda corriente hoy en día: La corrupción política. Un férreo defensor de la Tradición, de la Soberanía Política, de la Independencia Económica y de un Republicanismo Político sólo posible con una clase dirigente verdaderamente representativa, con un Líder esclarecido y con un sistema en sí desprovisto del democratismo exaltador de la masa.


¿Qué enseñanza nos dejó Julio Irazusta para los que anhelamos una Argentina distinta en pleno siglo XXI? En el final del Prólogo de su libro “Breve Historia de la Argentina” señala: “Los que están abajo critican a los que están arriba las mismas medidas que ellos aplicarán en cuanto se encumbren en el lugar de las supremas decisiones. Este fenómeno, en el que la causa y el efecto se confunden o el efecto se vuelve causa después de engendrarse con ella, es el problema esencial de la crisis argentina, que no fue provocada por un gobierno determinado sino por un sistema contrario al interés nacional. Y hasta que no se resuelva, el problema seguirá perturbando la vida política argentina (...)”


Con claridad meridiana nos hizo comprender que los pueblos definen su grandeza o su decadencia en las relaciones que tienen con los demás pueblos, en donde la verdadera política es la política internacional: Pueblo que no tiene una buena diplomacia y una clara geopolítica internacional nunca podrá arreglar su desorden interno; pueblo que no rompe con toda forma de dominación extranjera siempre estará condenado a la postración social. Vaya enseñanza de Don Julio para estos tiempos de tanto chiquitaje mental y colonial.



Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.



DÍA DEL TRABAJADOR, POR UNA REIVINDICACIÓN NACIONALISTA

Antecedentes históricos La conmemoración del Día del Trabajador se remonta a la ciudad estadounidense de Chicago. Hacia la segunda mitad del...