sábado, 2 de noviembre de 2024

LA PARTIDOCRACIA COMO ABUSO DE PODER


Según la Real Academia Española, la partidocracia es la “situación política en la que se produce un abuso del poder de los partidos”. El desprestigio de la política, una pseudodemocracia en donde los partidos que habitualmente se alternan en el gobierno ejercen el poder a expensas de los intereses de la Comunidad Nacional. Bajo un régimen partidocrático el partido impone candidatos por quienes los votantes se ven obligados a optar; cierra filas imponiendo una disciplina partidaria sobre legisladores y funcionarios públicos, de modo que las decisiones no las toman éstos sino la cerrada dirigencia partidista; limita la libertad de los afiliados para expresar públicamente sus opiniones discrepantes o contrarias a las del partido. Una dictadura a secas.


En su obra Encrucijada Mundial (Editorial Ariel, pág.130) el prestigioso especialista en geopolítica y relaciones internacionales, coronel Pedro Baños, sostiene: “Una de las consecuencias del desánimo social generalizado es la desconfianza en los partidos políticos tradicionales. No es de extrañar, pues, que tanto unos como otros -ninguno se libra- deparan constantes escándalos, bien por casos de corrupción, bien por otros motivos como abuso de poder, injerencias en la justicia, nepotismo, prevaricación o cualquier otra figura. Son tantos y tan frecuentes que ya casi nos hemos acostumbrado a ellos y no les damos la importancia que deberíamos, quizá porque no vivimos en un verdadero sistema democrático, como sería propio de una ciudadanía soberana, despierta y exigente”.


La partidocracia es entonces un disfraz democrático que se utiliza para usufructuar los recursos del pueblo por una oligarquía usurpadora del Estado, al decir del filósofo político, sociólogo y antropólogo Jacques De Mahieu. Un sistema de gobierno a costa del pueblo en donde los partidos que están en la oposición -sobre todo aquellos que han gobernado y esperan volver a hacerlo- procuran no hacer un excesivo daño al partido gobernante del momento, justamente por el temor de que un exceso de fuerza ejercido sobre el adversario político termine por volverse en su contra. Todos de un mismo lado, en mayor o menor grado, donde se busca estar siempre en la política parasitaria como medio de vida.


Claro que a la ciudadanía le corresponde la mayor responsabilidad. Afirma también Baños en su mencionado libro (pág. 450): “Así pues, la partidocracia lo impregna todo, y aunque parezca lo contrario, los ciudadanos no tienen en su mano remediar los males mayores de la política, ya que cada cuatro años (si las coaliciones de Gobierno fracasan, en menos tiempo) se ven obligados a escoger el mal menor entre las opciones que les brinda un sistema que está al servicio de los partidos políticos, y no de los ciudadanos a los que sirven o deberían servir. Nos dicen con descaro que los ciudadanos no estamos al servicio de los políticos y sus formaciones. Todo lo contrario. Pero nadie lo diría cuando se observa su tren de vida, sus onerosas e ineficientes estructuras de Gobierno que alcanzan volúmenes de gastos descabellados, pagados a base de endeudar más y más al país que gobiernan”.


Los ganadores de un acto eleccionario gobiernan o legislan siguiendo un “estilo” y siguiendo sólo sus objetivos. Esta forma de proceder es el origen de la falta de entendimiento y de los conflictos que permanente y sistemáticamente prostituyen la verdadera esencia de lo que tendría que ser una democracia. Feudos organizados en las provincias, autocracias donde prevalece la voluntad del político mandamás, del déspota. Pero si el poder reside en el pueblo ¿por que éstos siguen reproduciendo lo mismo? El filósofo y ensayista español Ortega y Gasset ya nos hablaba del hombre-masa, y si a ello le agregamos el alto grado de manipulación que juegan los medios de comunicación y las redes sociales al servicio de un aparato, el esquema va cerrando.


Todo vale en los procesos electorales y también durante los períodos de gobierno, la manipulación de encuestas para inducir tendencias; la utilización de medios públicos para crear opinión favorable sobre políticos y partidos; gastos desmesurados a cargo del erario público. Las mentiras son tan abundantes y cotidianas en este ámbito que es algo que se ha naturalizado, normalizado. Incluso hay quienes las justifican por considerarlas necesarias para “garantizar” la “gobernabilidad”. Al decir de Pedro Baños, sale a relucir la frase que la mayoría de los políticos aplica ‘el fin justifica los medios’. Tal como en su momento lo han puesto en práctica grandes tiranos de la historia, así lo piensan hoy en día quienes siendo lobos se disfrazan de corderos para infiltrarse en el rebaño.


El sistema electoral, tal como está estructurado, perpetúa en el poder a quienes se sirven de él para vivir a su costa, no para estar al servicio de quienes les han confiado su destino y el de su país. La vocación de servicio, imprescindible en la política, debe estar acompañada de transparencia y rigor en la gestión, de generosidad en el desempeño de las funciones asignadas, de franqueza en la rendición de cuentas, y de humildad en la crítica propia y ajena. Teóricamente, el Estado cuenta con mecanismos para controlar los desmanes a los que conduce el poder. Pero la realidad se encarga de desmentirlo, por la existencia de la partidocracia como régimen corrupto y prebendario.


Se precisa entonces la depuración total del sistema político y la implementación de uno que haga política para los intereses genuinos de la Patria. Propulsar para ello una meritocracia en los puestos de mando del Estado, recuperando para la sociedad los valores humanistas y la cultura del esfuerzo, como modelo de sociedad justa y equilibrada. Para ello se debe precisar de los mejores para que ocupen los puestos de mayor responsabilidad. Personas extraordinarias en sus funciones. La selección de personas que deberían asumir la responsabilidad de gestionar el país estaría fundamentada entonces en los méritos y capacidades para desempeñar el cargo público que le correspondiera.


Debe ser una misma persona jerárquica responsable la que conforme equipo, con el fin de cubrir los puestos de responsabilidad necesarios para desempeñar una buena labor de gobierno, donde sea obligatoria una supervisión de consejo de asesores expertos y un centro de formación de altos funcionarios, donde se los capacite, siendo una condición indispensable sobre todo para los más altos mandos. Sostiene a su vez Baños (ob. cit, pág. 473): “Para acceder, se llevaría a cabo un estricto procedimiento de selección, basado tanto en las calificaciones de los estudios previos como en aptitudes personales para el desempeño de las funciones previsibles”.


Primaría entonces el mérito y las aptitudes personales. Desde el mismísimo Poder Ejecutivo se deberían establecer las condiciones para el control de las instituciones, para evitar así que los partidos ejerzan su influencia y presión sobre las principales instituciones. Un presidente debería estar sujeto de antemano a adecuados organismos de control, para evitar todo tipo de personalismos o autoritarismos. Y dicho control se debería hacer desde el Poder Judicial. Sin cegueras ideológicas, aceptando únicamente ideas que estén dentro de la sana convivencia ciudadana.


Toda iniciativa legislativa emanada del Poder Ejecutivo deberá realizarse con objetividad y justicia, contando para ello con la supervisión del Poder Judicial, indispensable en todo orden constitucional, junto con las Fuerzas Armadas y las demás Fuerzas de Seguridad. Por eso se debe revisar a fondo las leyes de los partidos políticos. Los parásitos afuera. Genuinos y auténticas jerarquías conductoras vivirían y actuarían para la política, no vivirían de ella.




Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.



Toda iniciativa legislativa emanada del Poder Ejecutivo deberá realizarse con objetividad y justicia, contando para ello con la supervisión del Poder Judicial, indispensable en todo orden constitucional, junto con las Fuerzas Armadas y las demás Fuerzas de Seguridad. Por eso se debe revisar a fondo las leyes de los partidos políticos. Los parásitos afuera. Genuinos y auténticas jerarquías conductoras vivirían y actuarían para la política, no vivirían de ella.

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