El 9 de diciembre del 2014 se publicó en el diario Clarín un artículo del historiador Luis Alberto Romero bajo el sugestivo título ‘Delirio nacionalista: el mito del combate de Obligado’ (www.clarin.com/opinion/combate-obligado-nacionalismo-malvinas-revisionismo-historico_0_HkZ8bKPqDXg.html). Los argumentos de Romero -pluma indiscutida de la escuela historiográfica liberal- es que en Vuelta de Obligado “no se defendieron los intereses nacionales”, “no fue una victoria nacional”; que “el Nacionalismo festeja derrotas”, concluyendo que “el revisionismo concluyó convirtiendo la derrota en victoria” o que “es un mito que Rosas haya combatido al imperialismo inglés”.
En este sentido afirma: “En el núcleo del mito está la idea de que en Obligado Rosas resistió al imperialismo y defendió los intereses nacionales. Es cierto que el gobernador de Buenos Aires enfrentó a la ‘diplomacia de las cañoneras’ y defendió la soberanía de su provincia. La tergiversación consiste en identificar esta forma de imperialismo, propia de mediados de siglo XIX, con la idea posterior de imperialismo –popularizada inicialmente por Lenin– que aplicada a nuestro caso identifica toda la relación anglo argentina con la dominación y la explotación”.
A su vez sostiene: “El punto central del mito reside en la idea de que allí se defendieron los intereses nacionales. Pero en 1845 la nación y el Estado argentinos no existían. Había provincias, guerra civil y discusión de proyectos contrapuestos, basados en intereses distintos. El Combate de Vuelta de Obligado, y todo el conflicto en la Cuenca del Plata, es un ejemplo de esas diferencias. Rosas aspiraba a someter a las provincias, incluyendo a la Banda Oriental y a Paraguay, cuya independencia no reconocía”.
Estos argumentos no son ciertos. Hacia 1845 sí existía el Estado Argentino, con una primera magistratura que gobernaba conforme a una de las organizaciones políticas más trascendentales del siglo XIX, el Pacto Federal, ya establecido desde 1831 en adelante y en el marco de las guerras civiles que lamentablemente atravesaba el país.
En Vuelta de Obligado –que es lo que tanto le molesta a Romero– el Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas sí defendió los intereses nacionales. Sino ¿qué sentido tuvo pelear contra los anglo-franceses? La agresión fue la consecuencia lógica de toda una política nacionalista desplegada desde 1835 en adelante y que chocaba abiertamente contra los intereses colonialistas de la época: La Ley Nacional de Aduanas; el sistema de exclusiva navegación nacional; la liquidación del Banco Nacional (la principal entidad financiera del país administrada por la especulación y la usura inglesa); la fundación del Banco de la Provincia de Buenos Aires (que ponía el crédito en función de objetivos nacionales).
A lo anterior se suma el desarrollo de una política nacional agraria; el desconocimiento de la hipoteca a favor de los ingleses y que pesaba sobre nuestra tierra pública (como consecuencia de haber contraído nuestro país la primer deuda externa en 1824, en tiempos del unitario-liberal y pro-inglés Bernardino Rivadavia); la venta de tierras públicas detentadas por enfiteutas, concentradores y terratenientes siempre en relación con el capital británico (por negarse a pagar el doble de canon exigido por Rosas para renovar la concesión de sus tierras). En este sentido se había puesto en marcha un reparto más justo de tierras para la producción primaria.
A su vez, lo que el Nacionalismo reivindica de las acciones de Vuelta de Obligado es el hecho puntual y definido de la gesta heroica, la defensa de la Soberanía Nacional nada más ni nada menos que frente a las dos potencias más poderosas de la época, Inglaterra y Francia. Romero pretende referir que fue “Obligado y nada más”, y que en consecuencia los argentinos somos tontos y “festejamos una derrota”. Pero Vuelta de Obligado fue el comienzo de una serie de combates.
Luego de apoderarse de la entrada del río Paraná, la escuadra enemiga continuó su rumbo por el río estando ahora solamente reducida a 6 unidades de combate más 44 navíos mercantes. La increíble resistencia argentina prosiguió a lo largo de la costa con sendos cañonazos en Tonelero (al sur de San Nicolás), San Lorenzo (a la altura norte de Rosario) y Quebracho (al norte de San Lorenzo). Y lo peor fue la tortura del regreso por el río para arribar a Montevideo. En total quedaron incendiados siete barcos y los buques mercantes averiados arrojaban sus mercaderías al agua.
Quebracho fue la última acción de resistencia, en junio de 1846. Y lo que parecía imposible, ocurrió: Un claro y contundente triunfo político de la Causa Nacional. Inglaterra firmó el tratado de paz con la Argentina el 24 de marzo de 1849, haciendo lo propio Francia el 31 de agosto de 1850. Muy a pesar de Romero, ambas potencias reconocieron ante Rosas la total independencia del país y saludaron el Pabellón Nacional con 21 cañonazos de desagravio.
Romero sabe perfectamente que representó Vuelta de Obligado, como así también quien terminó ganando la guerra en el marco de la brutal agresión anglo-francesa de 1845 contra la Confederación Argentina. El Revisionismo Histórico, serio y analítico, en ningún momento sostuvo que en ese combate hubo una victoria nacional. Y es precisamente ese Revisionismo el que permanentemente ha buscado estructurar el relato del pasado argentino con un sentido de verdad y coherencia.
Haciendo un paralelismo con la Guerra de Malvinas, Romero cierra en su artículo: “Celebrar una derrota –como ocurre hoy en Malvinas– es la quintaesencia de nuestro enfermizo nacionalismo, soberbio y paranoico”. A pesar de su abierto prejuicio ideológico, Luis Alberto Romero tiene que saber que el Nacionalismo no festeja derrotas. Lo que el Nacionalismo y el Revisionismo Histórico hacen es reivindicar siempre la Defensa de la Soberanía Nacional, cuyos dos acontecimientos paradigmáticos sin lugar a dudas lo constituyeron Vuelta de Obligado y Malvinas.
Es decir, todos aquellos acontecimientos cargados de heroísmo que hicieron grande a la Nación, todas aquellas gestas que se libraron con la clara intención de luchar por nuestra Libertad y por nuestra Nación Soberana. Es tal como se lo manifestara el General Don José de San Martín al Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas en referencia al Combate de Vuelta de Obligado y en carta fechada el 10 de mayo de 1846, al sostener: “(…) En mi opinión, es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de España”.
La interpretación de Luis Alberto Romero sobre Vuelta de Obligado no se ajusta a la realidad. La descalificación, el anti-nacionalismo y la ideologización de los hechos le gana terreno a la creatividad imparcial que siempre debe estar más allá de las pasiones; que siempre debe estar en todo historiador sereno y con aplomo, para poder de esta manera reconstruir hechos del pasado con sentido y exactitud.