miércoles, 1 de mayo de 2024

INTERPRETACIÓN Y SENTIDO DEL MITO


El Mito no es como vulgarmente se cree una ficción o un conjunto de conceptos fantásticos o “irracionales” sobre el mundo. Pretender analizarlos a partir de una mente lógica racionalista queriendo encontrar “evidencias comprobables” es un absurdo total. Aceptar el Mito tal cual es implica aceptar de antemano las dos naturalezas de la vida misma, la existencia de dos estadíos: El orden físico-natural, del devenir, tangible y visible; y el orden que va más allá de ello, invisible, la de un supramundo intangible, metafísico, esotérico.


La naturaleza de lo mortal y la naturaleza de los inmortales, que en el Hombre de la Tradición siempre fue entendido -al decir de Julius Evola- no como una teoría sino como un Conocimiento, como un elemento aún más real que los mismísimos sentidos físicos. En esta línea se podría definir al Mito como la irrupción de lo sobrenatural en medio del mundo de lo sensible, lo que conlleva un modo especial de interpretar realidades significativas.


En su obra Mito y Realidad (Editorial Labor, pág. 5), el filósofo, historiador y novelista rumano Mircea Eliade (1907-1986) afirma: “El mito cuenta cómo, gracias a las hazañas de los Seres Sobrenaturales, una realidad ha venido a la existencia, sea ésta la realidad total, el Cosmos, o solamente un fragmento: una isla, una especie vegetal, un comportamiento humano, una institución. Es, pues, siempre el relato de una «creación»: se narra cómo algo ha sido producido, ha comenzado a ser. El mito no habla de lo que ha sucedido realmente, de lo que se ha manifestado plenamente. Los personajes de los mitos son Seres Sobrenaturales. Se les conoce sobre todo por lo que han hecho en el tiempo prestigioso de los «comienzos». Los mitos revelan, pues, la actividad creadora y desvelan la sacralidad (o simplemente la «sobre-naturalidad») de sus obras. En suma, los mitos describen las diversas, y a veces dramáticas, irrupciones de lo sagrado (o de lo «sobrenatural») en el Mundo. Es esta irrupción de lo sagrado la que fundamenta realmente el Mundo y la que le hace tal como es hoy día. Más aún: el hombre es lo que es hoy, un ser mortal, sexuado y cultural, a consecuencia de las intervenciones de los seres sobrenaturales”.


El Mito parte entonces de una historia sagrada, y como tal, de una historia verdadera, de realidades. Sostiene Eliade en su mencionada obra (pág. 61): “La rememoración y la reactualización del acontecimiento primordial ayudan al hombre «primitivo» a distinguir y a retener lo real. Gracias a la continua repetición de un gesto paradigmático, algo se revela como fijo y duradero en el flujo universal. Por la reiteración periódica de lo que se hizo in illo tempore se impone la certidumbre de que algo existe de una manera absoluta. Este «algo» es «sagrado», es decir, transhumano y transmundano, pero accesible a la experiencia humana. La «realidad» se desvela y se deja construir a partir de un nivel «trascendente», pero de un «trascendente» susceptible de ser vivido ritualmente y que acaba por formar parte integrante de la vida humana. Este mundo «trascendente» de los Dioses, de los Héroes y de los Antepasados míticos es accesible porque el hombre arcaico no acepta la irreversibilidad del Tiempo”.


Alejandro Arocha, en su libro El Sol Negro (Ediciones Camzo, pág. 41) sostiene: “El Mito, a diferencia del pensamiento profano, es capaz de transmitir una intuición trascendental inaccesible a través del raciocinio. En el mundo tradicional es concebido no como un producto ‘fantástico’ y ‘alegórico’ sino como una realidad viva”. Por eso las civilizaciones de la Antigüedad se mantenían en orden y en base a una fides para con lo sobrenatural, siendo el Mito un puente, un hecho sacro que los mismos hombres eran encargados de mantener vivo, renovándolo y traspasándolo mediante la acción de la potencia a la existencia. Y tal como afirma Arocha, Alfred Rosenberg basó su obra en la misma idea de que las comunidades se movían y daban forma en base a los mismos Mitos.


El Mito, como idea sagrada que se hereda, transmite una comprensión del Mundo, comprensión que es típica de la Tradición y que es específica en cada pueblo a través de relatos, símbolos y rituales, lo que podría decirse el abc de una religión. Es sagrado porque es obra de seres sobrenaturales. El racionalismo cientificista ha tendido a descalificar al Mito hasta quitarle el derecho a la existencia. Ha buscado siempre anular sus cualidades de símbolo y mensaje, que operan como instrumento de comunicación con lo natural y lo divino.


Y es precisamente el Mito el que trae acontecimientos grandiosos del pasado, en parte recuperables ya que el Rito fuerza al Hombre a trascender sus límites, ubicándose junto a sus Dioses y Héroes míticos para llevar adelante sus actos más puros de elevación. Si el hombre moderno se reconoce constituido en una “historia universal”, el Hombre de la Sabiduría Ancestral tiene su identidad en acontecimientos míticos que le anteceden, con personajes no mortales sino sobrenaturales.


La ciencia puede decir el cómo de las cosas pero no el porqué. ¿Por qué el sol sale? ¿Por qué hay sufrimiento e injusticias en el mundo? ¿Por qué morimos? Es el Mito y no la ciencia el que puede responder a los más profundos interrogantes de la existencia humana. ¿Quién soy? ¿Qué se supone que debo hacer con la vida? ¿Hacia dónde me tengo que dirigir? El científico en los humanos les permite comprender el mundo, pero es el Mito quien contribuye a que esos interrogantes tengan sentido, identidad, un significado o norte para permitir una autorrealización. Por eso el Mito es un componente esencial de la civilización ya que todas las culturas tienen sus tradiciones fundantes, aquellas que remiten a los momentos originarios de la formación de una propia identidad y, al mismo tiempo, dan un sentido de las prácticas sociales y religiosas. 


Siempre que los arqueólogos dejan al descubierto un lugar donde ha habido existencia humana, inevitablemente se topan con utensilios y objetos para rituales que, ni son meramente utilitarios ni son meramente estéticos, sino expresiones de sistemas de profundas creencias que los ayudan a aferrarse a la realidad de la vida. El Mito evita que quedemos reducidos (como lo hace la ciencia) a entidades bioquímicas y nos confiere un papel en este mundo y un propósito en la vida.


Por eso los Mitos contienen una profunda sabiduría, siempre que uno se encuentre en la senda de querer saber qué es lo que comunican. Conocerlos es querer aprender el secreto mismo del origen de las cosas, no sólo cómo las cosas han llegado a la existencia, sino también dónde encontrarlas y cómo hacerlas reaparecer cuando desaparecen. Como una existencia, como un comportamiento, como una institución o un modo de ser se han fundado, valga decir, la razón de que los Mitos -vividos ritualmente- se constituyen en paradigmas de todo acto humano significativo.


¿Cuál debería ser el papel del Hombre que ve más allá de la globalización, el consumismo y la idiotización cultural? Dominar las fuerzas para crear las formas, dominar las formas para crear las fuerzas; recurrir a lo que de él puede esperarse más, sacando a relucir el Ego Trascendente en oposición al “yo cotidiano”. O tal como lo ha afirmado en su momento Friedrich Nietzsche en La Voluntad de Poder: Crear o ser superior a lo que somos nosotros mismos, lo que constituye nuestra esencia. Se debe tender entonces hacia una metafísica en donde el Hombre pueda en todo momento darle cabida a un Dios que escuche su llamada para llegar así a la plena conciencia de sí mismo.


En la familiaridad con la Sabiduría Ancestral y las tradiciones indoeuropeas antiguas se debe ser capaz hoy en día de identificar en estas creencias una proyección, una transposición de valores como principio de una lucha espiritual fundamental. Vivir los Mitos implica por consiguiente reflotar una experiencia verdaderamente religiosa, transfigurada, porque va más allá de lo cotidiano mundano. No se trata de una “conmemoración” de acontecimientos míticos, sino de su reiteración, de traerlos al presente para una reconexión con lo divino. Vivir los Mitos implica también no estar en un tiempo cronológico sino en un Tiempo Primordial, en donde algo fuerte y significativo se manifestó plenamente. Toda fuerza creadora reposa pura y exclusivamente en nosotros y de nosotros depende dominar la verdadera vida, la vida plena, trascendental.




Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.

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