La Real Academia Española define al feminismo como “un principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”; “movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo”. Resulta imperioso reformular una definición y analizar varios de sus conceptos. A lo largo de la historia el movimiento feminista ha obtenido numerosos logros. Durante el siglo XIX y principios del siglo XX se luchó por la igualdad en referencia a derechos de propiedad y derechos matrimoniales. Desde fines del siglo XIX la lucha se centró en la obtención de derechos políticos, básicamente el derecho al sufragio. Sin lugar a dudas conquistas nobles. ¿Quién puede estar en contra de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres? ¿Cómo no mirar con buenos ojos el derecho de las mujeres a votar o a tener una misma remuneración que los hombres en el ámbito laboral?.
Sin embargo, el feminismo hoy en día significa algo extremadamente distinto. A pesar de que hay muchísimas personas que siguen luchando por esa igualdad de oportunidades, ese feminismo primigenio en esencia ya no existe más. Vale decir, el feminismo hoy por hoy transmutó en una ideología radicalizada y anti-natural expresada desde lo socio-cultural y en muchos casos con muy fuerte respaldo político. Sus ideas rectoras giran básicamente en torno a la sexualidad, la reproducción, el aborto, el androcentrismo, el “patriarcado”, la “ideología de género” y la “liberación femenina”. De esta manera el feminismo derivó en hembrismo, en un machismo a la inversa. Una invisible transmutación que operó a través de la farsa dialéctica materialista marxista de opuestos irreconciliables.
De la lucha de clases entre patrones “opresores” y obreros “oprimidos”, se pasó a una guerra de sexos entre hombres “opresores” y mujeres “oprimidas” como “motor de la historia”. Inclusive Friedrich Engels fue quien sentó las bases de la unión entre el marxismo y el feminismo tal como lo sostiene en su conocida obra “El Origen de la Familia, la Propiedad y el Estado” (escrita por el pensador judeo-alemán en 1884): “El primer antagonismo de clases de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer unidos en matrimonio monógamo, y la primera opresión de una clase por otra, con la del sexo femenino por el masculino”.
El feminismo como clara ideología radicalizada sexista va a parir de la mano de la escritora francesa feminista bisexual y pederasta Simone de Beauvoir (1908-1986). Su obra “El segundo sexo” (1949) es una suerte de “biblia” para el movimiento feminista. Según las ideas de Beauvoir se debe partir de un categórico rechazo al hombre por la sencilla razón de que la mujer ha sido sistemáticamente reducida a un papel de sirvienta o esclava. Su célebre frase “la mujer no nace, se hace” dio inicio a la interpretación de que las personas poseen sexo no desde su nacimiento natural biológico sino a partir de una construcción social, a partir de cuando el hombre o la mujer quieran ser lo que les guste ser y en el amplio sentido de la palabra.
Al estar siempre latente el rechazo abierto al hombre, al encarnar el “mal” dentro de la sociedad, la derivación lógica de esta visión va a ser el fomento del lesbianismo, ya que en la visión de Beauvoir “la homosexualidad de la mujer es una tentativa, entre otras, para conciliar su autonomía con la pasividad de su carne. Y, si se invoca a la Naturaleza, puede decirse que toda mujer es homosexual por naturaleza”. Otra de sus ideas principales fue la amplia difusión que propagó sobre el aborto y la libre elección de la mujer a elegir, tal las tesis en su “Manifiesto por el aborto legal” de 1971: “El aborto libre y gratuito no es nuestra única plataforma de lucha. Esta demanda es simplemente una exigencia elemental. Si no se la toma en cuenta, el combate político no puede ni siquiera comenzar. Recuperar, reintegrar nuestro propio cuerpo constituye para nosotras, las mujeres, una necesidad vital. De frente a la historia, nuestra situación es bastante singular: en una sociedad moderna como la nuestra, somos seres humanos a quienes se les prohíbe disponer de sus cuerpos. Una situación que en el pasado sólo los esclavos han conocido”.
La canadiense Shulamith Firestone (1945-2012) es otra de las grandes referentes del feminismo radicalizado, partidaria de la pedofilia, de la emancipación sexual desde la infancia. Su obra más conocida es “La dialéctica del sexo” (1970), en donde también sustituye la lucha de clases por la lucha de sexos. Según sus afirmaciones la maternidad representa la "opresión radical que sufre la mujer" y la “servidumbre reproductiva determinada por la biología". Su pedofilia queda más que explícita en su famosa obra: “Si el niño puede elegir relacionarse sexualmente con los adultos, incluso si él debe escoger su propia madre genética, no habría razones a priori para que ella rechace los avances sexuales, debido a que el tabú del incesto habría perdido su función. (…) Las relaciones con niños incluirían tanto sexo genital como el niño sea capaz de recibir -probablemente considerablemente más de lo que ahora creemos-, porque el sexo genital ya no sería el foco central de la relación, pues la falta de orgasmo no presentaría un problema grave. El tabú de las relaciones adulto/niño y homosexuales desaparecerían”.
La expresión ‘patriarcado’ (otro enfoque esencial feminista) se debe a la escritora, cineasta, escultora y feminista estadounidense Kate Millet (1934-2017), la activista lesbiana cuyas ideas centrales se encuentran en su obra “Política Sexual” (1970). Para Millet, el patriarcado es el dominio del orden social por los hombres opresores, configurándose en ello toda una “violencia simbólica” que estructura toda esa opresión varonil hacia las mujeres. Esta “violencia” se reflejaría desde lo sexual (y en el sentido de que sólo el placer es el de los hombres), pasando inclusive por el lenguaje al utilizarse palabras masculinas que incluyen o “subordinan”, como por ejemplo “ciudadanos”. Esta “opresión patriarcal” dio pié al desarrollo del paradigma del "androcentrismo", la visión del mundo y de las relaciones centradas desde un punto de vista masculino.
Para el feminismo el género pasa a ser la construcción misma del sexo y desde un componente cultural: El sexo ya no es un dato originario de la naturaleza sino lo que se decide autónomamente. El género como construcción social y no biológico es una de las contribuciones más importantes de la teoría feminista. Tal como lo sostiene la feminista judía estadounidense Judith Butler, los conceptos hombre y masculino podrían aceptarse tanto en un cuerpo femenino como en uno masculino, y a su vez, mujer y femenino podrían aceptarse también para ambos cuerpos.
Bajo esta visión del género como construcción social se establece la idea de “violencia de género”, instalándose la idea-fuerza de que el hombre es violento por naturaleza y que la mujer es víctima indefensa. Pero con sentido común concluimos que la violencia se debe condenar en todo sentido, sean cuales fuesen las fuentes y las causas. Es más que justa la lucha por darle voz a los que sufren y padecen algún tipo de maltrato, como es el caso de las mujeres. Esto debe ocurrir siempre y cuando la justicia prime y se lleve a cabo un análisis y un proceso igualitario en todo aspecto. Pero esto es lo que no sucede y más que nada cuando vemos el bombardeo mediático demonizando al hombre. Esta es la clave para entender la trampa de la frase ‘Ni Una Menos’. La verdadera frase tendría que ser ‘Nadie Menos’: Ni mujeres, ni hombres, ni ancianos, ni niños, ni trabajadores, ni estudiantes. Nadie.
El feminismo se ha alejado abruptamente de su primigenia y legítima igualdad entre hombres y mujeres, transmutándose en un sistema de creencias que distorsiona la realidad basada en la misandria y en la cultura de la victimización de la mujer. Al establecer las bases del androcentrismo patriarcal (en donde supuestamente se oprime y se subyuga a las mujeres), se establece toda una histeria colectiva contra lo masculino. Y al generar un odio visceral y una aversión hacia todo lo varonil o masculino se convierte en una misandria. ¿Se podría decir que mujeres poderosas en su momento como Margaret Thatcher, Hillary Clinton, Christine Lagarde o Ángela Merkel forman parte del “sexo oprimido” según las tesis feministas?.
La subversión cultural marxista tiene como objetivo dividir y fracturar a las sociedades a través de la fabricación de conflictos artificiales, en este caso conflictos abstractos sexistas entre hombres y mujeres. Conflictos que parten de la base de que la mujer es objeto persistente de opresión por parte del hombre, que la mujer misma no es diferente del hombre y que a su vez es capaz de desempeñar todas las funciones que éste realiza. O sea, es un movimiento que utiliza como pantalla una supuesta reivindicación de derechos de las mujeres para así esconder su verdadera naturaleza, la fabricación de conflictos artificiales entre hombres y mujeres como factor de división dentro de una Comunidad Nacional.
Detrás de la guerra de sexos del marxismo cultural, detrás del feminismo como ideología dictatorial del hembrismo se encuentra la Escuela de Frankfurt, la gran usina ideológica-educativa y psicológica-propagandística del Nuevo Orden Mundial que opera para desarticular y dominar a los Pueblos desde sus mismísimos cimientos internos. Por eso se hace más que imperioso establecer las bases de un Nuevo Orden Social Patriótico para poder poner un real freno a este germen destructivo de la Familia, la Tradición, la Vida y los sanos valores culturales.