El marxismo cultural, o neo-marxismo, como corriente ideológica socio-cultural de pensamiento cerrado que se sustenta en la fusión de los aportes de Karl Marx y Sigmund Freud, establece ideas disfrazadas de ciencia o filosofía que pretenden explicar de modo simplista la complejidad de la realidad humana, ideas que son un sustituto de todo verdadero conocimiento.
La ideología de género, como doctrina dogmática y sin ningún tipo de fundamento científico, es aquella que sostiene que las diferencias entre el hombre y la mujer -a pesar de las más que obvias diferencias anatómicas-, no corresponden a una naturaleza fija natural, sino a construcciones meramente culturales y convencionales, hechas según los roles y estereotipos que cada sociedad asigna a los sexos.
Impuesta por medio de un proselitismo estatal agresivo e ideológico a nivel mundial, se inmiscuye en el pensamiento, la educación, la salud, las leyes, la política y la cultura. Se auto-fundamenta en una idea de una libertad absoluta desenfrenada, mostrándose como la liberación de una “minoría sexual oprimida” por un “patriarcado heterosexual opresor”. Surgida del liberalismo secular de izquierda, en la obra La ideología alemana (escrita entre 1845 y 1846), Marx y Engels ya planteaban la idea de igualdad de género. Para los autores, como la propiedad privada es vista como un obstáculo para la liberación del proletariado, la misma debía ser eliminada comenzando por la primera forma de propiedad: La familia. El argumento ideológico es porque la esposa pertenece al marido y los hijos a sus padres. Por eso la liberación debía eliminar tanto la opresión de la mujer como liberar a los hijos de sus padres.
Si la familia debe ser destruida en la visión de Marx ya que es una invención burguesa y el primer tipo de propiedad privada, la misma va a desaparecer supuestamente con la desaparición del capitalismo (El Manifiesto Comunista, 1848), lo que se lograría de dos maneras, liberando a la mujer de su esposo y liberando a los hijos de sus padres. El feminismo radicalizado va a recurrir constantemente a la falsa idea del patriarcado opresor sosteniendo que la institución principal del patriarcado es la familia.
La ideología de género afirma que el sexo es una construcción social y que la identidad de género es algo innato. Pero no hay evidencia científica alguna con respecto a la orientación sexual homosexual como una característica biológicamente innata. La biología y la genética contradicen la falsa idea de que las personas que manifiestan otra orientación sexual “nacen así”. La tendencia del hombre hacia la mujer y viceversa es el resultado natural y esperable de todo el desarrollo de nuestros cuerpos sexuados. No hay que esperar a que el bebé nazca para “asignarle” un sexo como sostienen los ideólogos. El sexo no es algo que se “asigna” al nacer, es algo que de antemano se reconoce en el vientre de la madre. Y como las hormonas ejercen una gran influencia en el desarrollo intrauterino del feto, la diferenciación sexual comienza con el desarrollo de los órganos sexuales (testículos u ovarios), cuyo proceso está en gran medida controlado por los genes.
En Atrapado en el cuerpo equivocado (Editorial Metanoia Pres, año 2020), obra basada en más de 800 artículos y libros científicos sobre el tema, el autor Pablo Muñoz Iturrieta sostiene (pág. 137): “Como la biología lo ha demostrado, el sexo biológico (es decir, las categorías por las cuales clasificamos a toda persona como varón o mujer) es un aspecto bien definido de la naturaleza humana. Cantidad de estudios científicos convincentes hablan de que hay una correlación perfecta en la mayoría de la población entre el sexo biológico y la orientación sexual. Hay, sin embargo, casos de individuos que presentan trastornos de desarrollo sexual o que muestran rasgos sexuales ambiguos. Estos casos, sin embargo, son anomalías”.
El género está asociado de manera natural con el sexo biológico. Por eso el rasgo binario, es decir, el ser hombre o mujer, es un criterio objetivo y fundamentado por la ciencia, por lo que podemos decir que es una percepción y aceptación de lo que uno realmente es. Sin embargo, la ideología de género presenta la noción de identidad de género como un concepto social y psicológico, una imposición pseudo-filosófica del feminismo radical desarrollado por la escritora e intelectual Simone de Beauvoir (1908-1986).
Siguiendo con la obra de Muñoz Iturrieta, también afirma (pág. 140): “¿Qué es lo que fundamentalmente hace que alguien sea hombre o mujer? No son sus cromosomas, como comúnmente se cree, ni los roles que cumplen en la sociedad (como afirma la ideología), sino la función reproductiva en la propagación de la especie. El fundamento más profundo de la distinción entre masculinidad y feminidad es la distinción de las respectivas funciones reproductivas, es decir, en los mamíferos, como es el caso del ser humano, la hembra gesta la prole y el macho fecunda a la hembra. Así de simple. Si hay alguna duda, uno tiene que preguntarse si esa determinada persona, con todas las condiciones dadas, fuese a concebir una nueva vida ¿qué función cumpliría? ¿la de ovular o la de inseminar el óvulo? La respuesta es lo que determina si es hombre o mujer”.
Es un gran error entonces afirmar que el ser varón o mujer es una imposición cultural como así también que la naturaleza es algo estrictamente separado de las construcciones culturales que han emergido de ella. Incluso si el ser hombre o mujer fuese una construcción cultural, estas nociones tienen un fundamento en la naturaleza de la persona, un fundamento biológico y genético. Y la evidencia científica respalda el hecho de que los niños o las niñas desarrollados normalmente desde el punto de vista físico son, de hecho, niños o niñas. Los estudios cerebrales no demuestran que el desarrollo de una identidad de género distinta del sexo biológico sea algo innato. Entonces la respuesta a esto último -que falsamente se busca propagar como construcción ideológica- se debe buscar en factores sociales y psicológicos, como así también en las experiencias vividas (dinámica familiar, psicopatología de los padres o malas amistades).
La persona es víctima de un problema de percepción de la realidad, por lo cual toda terapia se debe enfocar no en acomodar el cuerpo a sentimientos y pensamientos errados sino en ayudar al paciente a encontrar modos para aliviar esa tensión y poco a poco aceptar la realidad del propio cuerpo. Este tipo de terapia se apoya en serios principios médicos y en un entendimiento correcto de la salud mental y física de la persona, ya que el fin de la medicina no es el satisfacer los deseos del paciente sino el restaurar su salud física y mental. Por eso el cambiar de género es una manifestación externa de graves problemas psicológicos.
¿Cómo se puede sentir hombre o mujer una persona que nunca lo fue? ¿Qué ocurriría si trasladamos la ideología de género a la edad o a la altura? ¿Qué fundamento serio puede tener que una persona de 60 años se auto-perciba de 40? ¿Cómo se puede auto-percibir alta una persona que mide 1,20 metros de altura? Hay toda una especulación racionalista, un vacío de construcciones teóricas sin ningún tipo de realizaciones concretas. Pensadores que teorizan sin fundamentos, que en su ciego fanatismo y hermético encierro confunden.
La ideología de género, que enseña que los niños pueden “elegir” el sexo, no tiene ningún tipo de sustento científico ni filosófico. Es en el fondo una colonización mental ideológica de sesgo totalitario al servicio de los poderes mundiales. Es la destrucción de la familia (tal como en su momento lo sostenía Marx).
Su accionar, plasmado en leyes y en diferentes iniciativas que promueven una identidad personal desvinculada de la base biológica y natural de las personas, busca llevar a las naciones a la definitiva quiebra de su continuidad histórica y cultural a través de un sistemático bombardeo educativo y propagandístico, bombardeo cuando no auspiciado por gobiernos corruptos que de una u otra forma siempre terminan siendo funcionales a la agenda globalista.
Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.