Prolífico ensayista, historiador, pensador, erudito, doctrinario y hombre de acción, es considerado uno de los grandes referentes del nacionalismo identitario europeo y de influencia decisiva en lo que se conoció como Nouvelle Droite, Nueva Derecha francesa. Desde sus inicios bregó por un nacionalismo europeo y revolucionario. Una Europa de etnias donde siempre pregonó la unidad continental en oposición a todo universalismo e igualitarismo liberal disolvente.
Dominique Venner nació en París el 16 de abril de 1935. Fue soldado en Argelia y entró en combate cuando ese país era colonia francesa, sirviendo de 1953 a 1956 como suboficial en el 4º batallón de cazadores, razón por la cual fue condecorado con la Cruz del Combatiente. En 1961, las tropas francesas asentadas en Argelia se levantaron contra el propio Charles De Gaulle, llevándose adelante el golpe militar del general Salan que terminó en un verdadero fracaso y razón por la cual los militares facciosos crearon la organización armada OAS (Organisation de l’Armée Secrète), que perpetró sendos atentados. Venner participó en la organización OAS en suelo francés y aunque no se vio implicado en ningún acto terrorista fue detenido en 1961 pasando dieciocho meses en la prisión.
En 1962 escribió su famoso ensayo Pour une crítique positive, siendo uno de los principales inspiradores de la Féderation d´Estudiants Nationalites (FEN), la organización en la que el joven Alain de Benoist publicaba sus primeros ensayos. En 1963 fundó el movimiento euronacionalista Europe-Action, en cuya prestigiosa revista homónima fue su director con un total de 48 números publicados y una tirada en promedio de 10.000 ejemplares entre 1963 y 1967. Desde este espacio promovió junto a Alain de Benoist un nacionalismo paneuropeo basado en un “realismo biológico”, exaltándose una visión social-darwinista de la lucha por la vida y dejándose de lado todo tipo de quimeras, idealismos o nostalgias nacionalistas como así también un fuerte esclarecimiento y de denuncia contra todo materialismo capitalista/marxista plutócrata, individualismo consumista y multiculturalismo.
Con Europe-Action, Venner estableció una nueva estrategia metapolítica consistente primero en dar una lucha ideológica y cultural, para después dar la lucha por la hegemonía política y así la transformación de las naciones. En su mirada, el activismo sin un respaldo político es una forma de “neurosis militante” de la que se debe huir. Posteriormente formó parte de GRECE, Groupement de Recherche et d'Études pour la Civilisation Européenne -Grupo de Investigación y Estudio para la Civilización Europea-, el think tank metapolítico francés fundado por Alain de Benoist dedicado a la promoción de estudios e investigaciones en el campo de la política, la economía, la sociología, la historia y la filosofía para combatir al pensamiento hegemónico contemporáneo, fomentando la construcción de una civilización Occidental basada en las tradiciones milenarias de los pueblos de raza europea. Una gran escuela que renovó el pensamiento identitario en las décadas de los ´70 y ´80.
Publicó numerosas obras entre la cuales se destacan Baltikum (1974), Le Blanc Soleil des vaincus (1975), Le Cœur rebelle (1994), Histoire critique de la Résistance (1995), Gettysburg (1995), Les Blancs et les Rouges (1997), Histoire de la Collaboration (2000) Histoire du terrorisme (2002), Histoire et tradition des Européens (2002), y Le Choc de l’Histoire (2011). Su libro más importante en español es Europa y su Destino: De ayer a mañana (2010).
De manera inesperada, a los 78 años de edad, el lunes 21 de mayo de 2013 Venner se suicidó de un tiro en la boca ante el altar mayor de la catedral de Notre Dame, París, con un documento testimonial que quedó para la posteridad:
“Estoy sano de cuerpo y de espíritu, y estoy lleno de amor hacia mi mujer y mis hijos. Quiero la vida y no espero nada más allá de ella, salvo la perpetuación de mi raza y de mi espíritu. Sin embargo, en el ocaso de esta vida, ante peligros ingentes que se alzan para mi patria francesa y europea, siento el deber de actuar hasta que aún tenga fuerzas para ello. Juzgo necesario sacrificarme para romper el letargo que nos agobia. Ofrezco lo que me queda de vida con intención de protesta y de fundación. Escojo un lugar altamente simbólico, la catedral Notre-Dame de París que respeto y admiro, esa catedral edificada por el genio de mis antepasados en sitios de culto más antiguos que recuerdan nuestros orígenes inmemoriales.
Cuando tantos hombres se hacen esclavos de su vida, mi gesto encarna una ética de la voluntad. Me doy la muerte con el fin de despertar las conciencias adormecidas. Me sublevo contra la fatalidad. Me sublevo contra los venenos del alma y contra los deseos individuales que, invadiéndolo todo, destruyen nuestros anclajes identitarios y especialmente la familia, base íntima de nuestra civilización multi milenaria. Al tiempo que defiendo la identidad de todos los pueblos en su propia patria, me sublevo también contra el crimen encaminado a reemplazar nuestras poblaciones.
Como el discurso dominante no puede abandonar sus ambigüedades tóxicas, les corresponde a los europeos sacar las consecuencias que de ello se imponen. No poseyendo una religión identitaria a la cual amarrarnos, compartimos desde Homero una memoria propia, depósito de todos los valores en los cuales podremos volver a fundar nuestro futuro renacimiento rompiendo con la metafísica de lo ilimitado, origen nefasto de todas las derivas modernas.
Pido de antemano perdón a todos aquellos a quienes mi muerte causará dolor, y en primer lugar a mi mujer, a mis hijos y nietos, así como a mis amigos y fieles. Pero, una vez desvanecido el choque del dolor, estoy convencido de que unos y otros comprenderán el sentido de mi gesto y trascenderán, transformándolo en orgullo, su pesar. Deseo que éstos se concierten para durar. Encontrarán en mis escritos recientes la prefiguración y la explicación de mi gesto”.
Una muerte voluntaria. Un grito de combate y de movilización que se podría interpretar como algo más que un suicidio. Un acto sacrificial, un acto destinado a dar testimonio, a sacudir conciencias adormecidas. Una acción que en definitiva lo transformará en Mito. El 31 de mayo fue incinerado en el cementerio Pére-Lachaise de París con un ceremonial junto a su familia en donde hablaron Alain de Benoist, el Padre Guillaume de Tanouar, referentes de Nouvelle Revue d´Histoire, Gianluca Ianone de Casa Pound Italia y Javier Ruiz Portella, Director de El Manifiesto.com y asiduo colaborador de Eléments, la prestigiosa revista metapolítica de GRECE fundada desde 1973.
En uno de sus ensayos, del 7 de diciembre de 2012, Venner respondía sobre si llegaría o no el tan anhelado Despertar: “Sabemos que, como individuos, somos mortales, pero que el espíritu de nuestro espíritu es indestructible, al igual que el de todos los grandes pueblos y de todas las grandes civilizaciones. Por las razones que he explicado a menudo (y a consecuencia del Siglo de 1914), lo que está adormecido no es sólo la Europa del poder. Es ante todo el alma europea la que está adormecida. ¿Cuándo se producirá el gran despertar? Lo ignoro y, desde luego, yo no lo veré. Pero de este despertar no dudo ni un solo segundo. El espíritu de la Ilíada es como un inagotable río subterráneo que siempre renace. Porque ello es cierto, pero invisible, es necesario repetirlo noche y día. Y este secreto (la eternidad del espíritu de la Ilíada) nadie podrá nunca robárnoslo”.
De ideal pagano, fue un firme creyente de la reconstrucción europea basada en la Tradición, en la Sangre y el Honor. Dominique Venner luchó incansablemente por esa tradición milenaria indoeuropea viendo en la Illiada y la Odisea el libro fundador de la personalidad europea, “nuestro libro sagrado más auténtico”, tal como sostenía siempre con estilo, deduciendo de sus poemas una visión del mundo e incluso una filosofía. “La naturaleza como base, la excelencia como meta, la belleza como horizonte” solía sostener con claridad meridiana.
La naturaleza como base es la que se funde con lo sagrado, en donde los hombres no están aislados de ella. Y es en esa inmanencia donde se inserta el Hombre: “Como nacen las hojas, así nacen los hombres. Las hojas, a su vez, es el viento que las esparce por el suelo y el bosque verde que las da a luz cuando amanece los días de la primavera. Así de los hombres: una generación nace en el momento en que otra se desvanece” (Ilíada , VI, 146).
La excelencia como meta es la de los hombres verdaderos, los nobles y consumados, los que siempre buscarán en el coraje de la acción la medida de su excelencia (aretê): “Sé siempre el mejor, recomienda Peleo a su hijo Aquiles, prevalece sobre todos los demás” (Ilíada, VI, 208).
La belleza como horizonte se define en términos de lo bello y lo feo, de lo noble y lo vil, no en lo bueno o lo malo. O, dicho de otro modo, el esfuerzo por la belleza es la condición del bien. Pero la belleza no es nada sin lealtad y valentía. Por lo tanto, Paris no puede ser verdaderamente guapo ya que es cobarde. Una vida bella, fin último de lo mejor de la filosofía griega, de la que Homero fue la expresión primordial, presupone el culto a la naturaleza, respeto por la modestia, benevolencia del fuerte por el débil (excepto en las batallas), desprecio por la mezquindad y la fealdad, admiración por el héroe desafortunado.
Un Hombre honrado, un aristócrata, un combatiente. La memoria de Dominique Venner siempre estará presente cuando se combata por los mismos ideales que él luchó.… por la Identidad Europea.
Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.