lunes, 4 de julio de 2022

LA DECLARACIÓN DE LA INDEPENDENCIA NACIONAL Y SU MANDATO HISTÓRICO


Con un panorama militar externo sumamente grave y con una situación política interna de fractura y descomposición, el 24 de marzo de 1816 comenzó a sesionar el Congreso de Tucumán por disposición del Directorio de Buenos Aires, con el fin de declarar la independencia de la dominación española y de sancionar una constitución para asegurar la organización institucional del nuevo Estado. ¿Por qué en la ciudad de San Miguel de Tucumán? Era una concesión más que necesaria al espíritu anti-porteño reinante a nivel general, al rechazo provincial existente por las políticas centralistas del Directorio de Buenos Aires. Aquel Congreso reunía hombres que figuraban desde los primeros tiempos de la Revolución como Juan José Paso, Martín Miguel de Pueyrredón, Tomás de Anchorena y Pedro Medrano.


Enviaron diputados al Congreso representantes por Tucumán, Potosí, Catamarca, San Juan, Mendoza, Chuquisaca, Santiago del Estero, Córdoba, Salta, La Rioja, San Luis, Charcas, Jujuy y Buenos Aires. Muchos eran clérigos y frailes y el resto abogados, hacendados o comerciantes. No enviaron representantes La Banda Oriental, Misiones, Entre Ríos, Santa Fe y Corrientes, integrantes de la Liga de los Pueblos Libres organizada y comandada por el Protector José Gervasio Artigas, quien se oponía al Directorio centralista de Buenos Aires. Paraguay había proclamado su independencia en 1811 y vastas regiones del Alto Perú y Chile permanecían en poder de los realistas.


La influencia del General San Martín fue decisiva. El Libertador impregnó a los diputados de un verdadero acto de heroísmo teniendo en cuenta que las armas de la Patria parecían desmoronarse ante los españoles. La batalla de Sipe-Sipe, librada el 29 de octubre de 1815 y a pocos meses de la apertura del Congreso, parecía certificarlo. Esta desastrosa batalla dejó un saldo de 2000 muertos y generó una gran desbandada, lo que finalmente se pudo compensar con la heroica resistencia en el noroeste argentino de las milicias salto-jujeñas del Líder de la Guerra Gaucha Don Martín Miguel de Güemes.


La primera necesidad imperiosa de los diputados era darle poder a una autoridad indiscutible, era designar un Director con respaldo nacional. La desconfianza general por Buenos Aires agitó en el comienzo la candidatura del coronel José Moldes, notorio por su fobia a los porteños y a quien se suponía apoyado por Güemes. Pero esta posibilidad podría traer más divisiones internas a las ya existentes. Una gestión conciliatoria efectuada por el diputado Pedro Castro Barros ante el caudillo salteño obtuvo la concentración de mayor número de sufragios en la persona del coronel Don Martín de Pueyrredón, protagonista desde la época de la Reconquista, quien finalmente fue designado Director Supremo por el Congreso el 3 de mayo de 1816.


El Congreso de Tucumán fue obra pura y exclusiva de representantes del Interior hacia quienes predicaban tanto San Martín como Belgrano. No fue obra de los unitarios liberales de Buenos Aires, siempre sobornados por la geopolítica expansiva de la Corona británica. Con la declaración de la Independencia de las Provincias Unidas en Sud América con respecto a la dominación de los reyes de España se daba un status legal a una situación de hecho ya existente y que respondía al anhelo general de los pueblos. Y precisamente, lo que constituye el acto político y jurídico fundacional de nuestra Soberanía Nacional, de nuestra Nación Libre e Independiente es el Acta de la Declaración de la Independencia proclamada en el histórico Congreso de San Miguel de Tucumán el 9 de Julio de 1816. Este acto constitutivo se ratifica el día 19 de Julio con el agregado al Acta de la frase “libre e independiente de toda otra forma de dominación extranjera”, agregado realizado a instancias del diputado sanmartiniano por Buenos Aires Pedro Medrano.


La declaración asumía una enorme importancia moral, decisiva para tonificar los ánimos y prepararlos para el esfuerzo supremo. San Martín la juzgaba indispensable para el éxito de la expedición a Chile, quería cruzar los Andes y vencer como General de una Nación libre. El Congreso continuó sesionando en Tucumán hasta enero de 1817, cuando se trasladó a Buenos Aires, sesionando como órgano legislativo hasta la disolución del Directorio como consecuencia de la batalla de Cepeda producida el 1º de febrero de 1820.


No basta con afirmar formalmente una Independencia. Es indispensable que día a día esa voluntad política se ponga en acto, porque la Soberanía Nacional no es algo que se conquista para siempre o que se proclama en una fecha patria. Sólo existe cuando hay dominio de lo que es propio; cuando se la mantiene contra todo intento de colonialismo foráneo. Y en última instancia –para que se mantenga la supervivencia nacional– se la defiende a través de las armas.


La República Argentina –y desde hace varias décadas– ya no es una Nación ni independiente ni soberana. Casi nada es nuestro porque precisamente fue y es regalado por los entregadores de turno, siendo el Estado hoy por hoy una mera formalidad jurídica. Nuestro país sufre el avasallamiento del sistema plutocrático-capitalista y la partidocracia gobernante de turno es responsable de ello. Un país atado a las Altas Finanzas globalizadoras, a los tiburones de la Usura Internacional con la lógica del endeudamiento permanente y eterno. La fraudulenta e ilegítima Deuda Externa (la mayor estafa al pueblo argentino iniciada durante la última dictadura militar y multiplicada exponencialmente por los sucesivos gobiernos civiles desde 1983 en adelante) es un tema tabú y que ni siquiera se puede cuestionar para los personeros del Sistema.


Tampoco poseemos el control de los resortes estratégicos de nuestra economía. Una moneda propia sin soberanía real. Las grandes corporaciones internacionales como Barrick Gold, Chevron (British Petroleum) que depredan sistemáticamente nuestros recursos naturales. Monsanto haciendo otro tanto con nuestro suelo a través de los agrotóxicos. Diferentes colonialismos de turno nos acechan: Inglaterra, China, EEUU, el Sionismo. A ello se suma un modelo de desregulación de la economía basado en los vaivenes del dólar y la especulación financiera; en la agro-exportación dependiente del mercado internacional; en el derroche y el despilfarro de dinero para clientelismo político; en un sistema impositivo retrógrado y cada vez más asfixiante; en una economía con estructural inflación y sin ningún tipo de respuestas por parte del Estado, del Anti-Estado, con crecimiento alarmante de la pobreza, la indigencia, la pauperización, la desocupación y la precarización laboral.


La Argentina nunca va a tener salida dentro del actual Sistema o Régimen de Dominación Mundial. Debemos tomar conciencia de la realidad de la situación, y a partir de esto llevar adelante modos de acción y esfuerzos para cambiar la triste realidad que se vive. En lo ideológico y político, el Nacionalismo Argentino aspira a hacer realidad un país infinitamente mejor al actual a través del ejercicio efectivo de la Soberanía Política, de la Independencia Económica, del Bien Común y de la defensa de los valores nacionales. Este es el llamado, este es el deber.


El germen del Poder siempre reside en la intimidad del Espíritu de cada uno de nosotros. Entonces, despertar nuestro Espíritu Patrio y unirlo al mandato histórico del 9 de Julio de 1816 es levantar la bandera de la Libertad y de la Independencia contra toda forma de dominación extranjera, es levantar la llama de la argentinidad para que la Argentina vuelva a ser de y para los intereses de los argentinos.




Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.


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