Una persona disidente es aquella que expresa su desacuerdo, desavenencia, discrepancia y separación ante una situación determinada, ante un pensamiento o doctrina en particular. En un plano político se es disidente por ejemplo cuando se pertenece a una estructura partidaria y esta estructura tiene un desviacionismo ideológico y doctrinario que no es aceptado bajo ningún punto de vista por esa persona en calidad de disidente. Esa persona en cuestión hasta podría ser perseguida por considerársela una amenaza para el propio partido.
Otro ejemplo dentro de la esfera política podría ser la disidencia siempre existente en regímenes dictatoriales que cercenan las libertades y el progreso económico/social de un pueblo, como hoy en día se observa en Cuba o China, por poner dos ejemplos paradigmáticos. En democracia también se puede ser disidente, entendiendo este sistema político como una falsa democracia, como una mera formalidad o maquinaria electoralista detrás de la cual se alternan en el poder tecnócratas de un sistema que siempre buscan un espurio beneficio propio.
Pero el concepto cambia radicalmente cuando hablamos de control. ¿Qué es entonces la disidencia controlada? Es una operación de ingeniería social de las elites dominantes, una estrategia del Sistema o Régimen de Dominación que consiste en alentar o dar protagonismo a determinados personajes políticos que se muestran como disidentes, que se erigen como anti-sistemas pero que en el fondo solo lo aparentan para captar la atención y capitalizar una situación de descontento social ante una eventual toma de poder.
La disidencia controlada sirve para seguir manteniendo las mismas estructuras de poder sobre todo en momentos de crisis, donde diera la impresión de que si esa crisis se agudizara y profundizara sin disidencia controlada podría dar paso a un movimiento político genuinamente disidente y anti-sistema. Vale decir, es una válvula de escape para que el mismísimo Sistema se siga reciclando sobre todo en momentos de mucho caos social, descontento y desesperanza, permitiéndole a ese pueblo sufrido -y a través de un sistemático bombardeo mediático- canalizar su bronca en ese político disidente controlado. Cambiar de collar pero no de perro. Cambiar para que todo siga igual.
La técnica básica de la disidencia controlada es desviar las causas de los problemas de fondo para sí poner en el tapete de “discusión” lo que los medios hegemónicos consideran útiles y necesarios a los efectos de esa disidencia controlada y a través de diversos mecanismos de manipulación psicológica. Marcar “opinión pública” sobre todo al ritmo de las encuestas y las redes sociales. Manipular a través de técnicas psicológicas para lograr ese fin específico.
Edward Bernays, en su libro “Propaganda, cómo manipular la opinión en democracia” (Ed. Del Zorzal) sostiene: “No existe medio de comunicación humano que no pueda utilizarse también para una propaganda deliberada, porque la propaganda no es más que el establecimiento de relaciones recíprocas de comprensión entre un individuo y un grupo”. Alexis Carrel, Premio Nobel de medicina, Francia, 1912, ya advertía: “Para captar la realidad actual es necesario un esfuerzo sincero, persistente y obstinado; tenemos que comprender los acontecimientos que se producen en torno a nosotros, en nuestro pueblo o ciudad y también en la nación y en el mundo. No hay esfuerzo más difícil que éste. Porque en Europa y en América estamos, unos y otros, sumergidos en las mentiras de la radio, de los diarios y de los libros. Las sutiles técnicas de la propaganda han suprimido, de hecho, la libertad de pensar. Pero nosotros no hemos comprendido enteramente la humillación y el peligro de esta nueva forma de esclavitud, no sabemos todavía rebelarnos contra ella”.
En una situación de campaña electoral (demagogia mediante de los mismos personeros del Sistema) se puede hablar desde la fraseología sobre cómo combatir la pobreza, sobre cómo terminar con la inflación, bajo que contexto podrían venir “inversiones” para sacar al país adelante, cómo “insertarnos” mejor en la “comunidad internacional” o cómo mejorar las “instituciones” republicanas. El disidente controlado podrá cuestionar superficialmente un cierto status quo establecido pero nunca cuestionará un sistema de sojuzgamiento en sí. Conoce su límite por más verborrágico y exultante que sea.
¿Cómo darnos cuenta entonces si estamos ante la presencia o no de un disidente controlado y fogoneado por los medios de comunicación? ¿Qué dirigente político lo sería y quién no? Aquel que llega a denunciar y oponerse firmemente a causas de fondo sobre las cuales se sustenta la decadencia de un país claramente marcará la diferencia. Aquel que sostenga y sin ningún tipo de dubitaciones un rearme espiritual y conforme a los principios rectores de la Soberanía Política, la Independencia Económica, el Bien Común Social y la defensa de una Identidad, Tradición y Valores Nacionales como ejes vertebradores para el desarrollo de una sociedad siempre será el verdadero político y a la larga el estadista ante una eventual toma y ejercicio del poder. En definitiva todo aquello que eleve a una Comunidad Nacional desde lo espiritual, físico, moral, cultural, político, económico y social.
Pero con lo anterior no alcanza. Tales principios rectores nacionalistas siempre deberán denunciar y oponerse firmemente -como política de Estado- a los verdaderos cánceres y venenos corrosivos de la humanidad: El colonialismo en todas sus formas; el Sionismo como pulpo mundialista; la Masonería como brazo filantrópico del internacionalismo plutócrata; la falta de soberanía en la emisión de la Moneda Nacional; la usura como corazón del sistema capitalista; la cultura del endeudamiento permanente; la adhesión a diferentes organismos internacionales entendidos como verdaderas usinas del Nuevo Orden Mundial; la agenda mundial de género e ideologías modernas transhumanistas que atentan contra todo Orden Natural; el garanto-abolicionismo en la justicia, las leyes liberales que tanto atentan contra la dignidad social y el concepto mismo de Justicia; el derecho-humanismo como negociado desde el Estado y como “eje” de toda política internacional, el indigenismo como utilización ideológica contra-cultural; la utilización política del Estado para saquearlo con negociados espurios.
La aparición de un outsider de la política que no plantee ni denuncie las verdaderas causas de fondo de la decadencia de las sociedades y que al mismo tiempo se presente ante los medios de comunicación como un “anti-sistema” o como una “garante” para supuestamente terminar con todo status quo lesivo es claramente una disidencia controlada y operada por el verdadero poder entre sombras, por el poder real que a través de esa pre-fabricación artificial se canaliza un descontento popular. Un juego de manipulación distractivo, juegos de artificio para hacer creer que algo va a cambiar cuando nada en esencia va a cambiar.
Una vuelta de tuerca más que le permite al sistema plutocrático-capitalista seguir reciclándose en tiempos de crisis, seguir asegurando intereses de dominación para que nunca sean afectados por una disidencia genuina, para que todo siga funcionando de acuerdo a las reglas del poder elitista de dominación establecidas de antemano.
Es por este motivo que tanto se promocionan las ideologías del Sistema que van del arco de la derecha al arco de la izquierda, porque son un conjunto de falsas ideas en sí sobre el mundo y la vida misma disfrazadas de ciencia o filosofía y que pretenden explicar de una manera simplista la complejidad de la realidad humana. A los fines prácticos las vetustas expresiones izquierda y derecha son dos caras de una misma moneda, sirven para manipular y generar variantes de disidencia controlada.
Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.