martes, 12 de abril de 2022

LA ALEGORÍA DE LA CAVERNA COMO ESPEJO DE LAS IDEOLOGÍAS MODERNAS



Si entendemos por ideología un sistema de pensamiento que se compone de un conjunto de ideas o principios sobre los que se fundamenta una manera particular de ver y abordar la realidad, entonces podemos detectar dos clases de ideologías: Las negativas y las positivas. Las primeras son las derivadas de un constructo meramente racionalista/especulativo, mientras que las segundas tienen su origen en otra dimensión, en un principio más de fondo, en la idea-fuerza de la Personalidad/Ciencia en cuanto a concepción del mundo, algo mucho más determinante a la hora de entender un progreso sociológico/político en sí.


Las ideologías derivadas de ese constructo racionalista/especulativo son negativas y falsas porque son ideas disfrazadas de ciencia o filosofía que pretenden explicar de una manera simplista la complejidad de la realidad humana y del mundo. Son peligrosas porque se las emplean como sustitutas del verdadero conocimiento, conocimiento nunca negado por las mismas ciencias. Ejemplos al respecto: Marxismo, comunismo, leninismo, guevarismo, feminismo, freudianismo, liberalismo (por citar algunas)..


En base a esta mirada de las ideologías negativas el historiador Ernesto Palacio, en su obra "Teoría del Estado" (Ediciones Eudeba, pág. 23), sostiene: "Llamamos ideología a la especulación racionalista que alza en el vacío construcciones teóricas sin posibilidad de realización práctica, e ideólogos a sus cultores. La tendencia que imperfectamente podríamos denominar idealista se traduce casi siempre en ideología. Su literatura, inflamada de polémica, implica una posición apriorística de estirpe platónica y señala preferencias por tal o cuál régimen determinado, como si el establecimiento de un régimen dependiera de un acuerdo de voluntades".


El ideólogo racionalista especulativo entonces confunde, solamente teoriza, es un provocador que ciegamente se encierra herméticamente en una creencia sin fundamento. Por el contrario, el cosmovisionario y Hombre de Estado impone principios en base a una experiencia, ejecuta acciones en función de realidades comprobables, lleva a la nación por la senda del sentido común y del orden natural en el marco de una continuidad histórica y cultural.


En “La República”, la más conocida e influyente obra de Platón (427 - 347 AC), la Alegoría de la Caverna presentada en el capítulo VII es el tramo más decisivo y determinante para poder comprender cómo funcionan hoy en día las ideologías modernas. Una obra en donde el sentido íntimo de la palabra “filosofía” está en la identificación de la propia vida con el saber, con la ciencia, frente al mundo de las apariencias. A través del diálogo, el célebre filósofo griego nos muestra que hay presos encerrados en lo más profundo de una caverna desde la infancia, amarrados, inmóviles y condenados a un teatro de sombras que observan de por vida en una pared.


Creen que esas sombras que ven son la realidad. Y en función de eso teorizan. Sin embargo, estas sombras son tan sólo proyecciones de objetos reales que transportan unos hombres situados fuera de la visión de los prisioneros y que pasan junto a una gran hoguera, cuyo fuego, al iluminar los objetos, origina las sombras en la pared situada delante de los presos. Esto es lo que precisamente genera una gran pantalla escénica.


Con el tiempo un prisionero es liberado. Al salir al exterior de la caverna comprende lo irreal que era el "mundo" de las sombras frente a la claridad y luminosidad de lo recién descubierto y experimentado por él, poblado por seres y objetos verdaderamente reales.


¿Qué se puede extraer como núcleo central de la Alegoría de la Caverna de Platón? Que eso que creemos que es la realidad es tan sólo lo que apenas podemos percibir por nuestros sentidos. Es decir, las cosas que percibimos por los sentidos forman parte de una realidad relativa. Lo contrario ocurre con la verdadera realidad que son las Ideas Eternas marcadas por un Orden Natural concreto y palpable.


En definitiva, el cuadro de la naturaleza humana -al decir del mismísimo Platón- consiste en que un individuo cualquiera puede conocer cosas de manera particular, según lo que percibe, pero sólo una Personalidad Pura de conocimiento (el preso de la caverna liberado) puede acceder a Ideas palpables y reales. ¿Cómo se llegaría a ser una Personalidad Pura? No es con altruismo, tampoco con mera lectura, enciclopedismo o "estilo" de vida, sino con poseer un Despertar, una Intuición, una Sensibilidad, un Honor Espiritual.


Arthur Schopenhauer, considerado uno de los mayores exponentes de la filosofía de todos los tiempos a nivel mundial, sostiene en su obra capital "El mundo como voluntad y representación" (Editorial Gredos, pág. 403): "La mirada del individuo elemental está enturbiada, como dicen los hindúes, por el velo de Maya. En vez de la cosa en sí, no ve sino el fenómeno en el tiempo y en el espacio (...). Debido a esta su forma limitada de conocimiento, no ve la esencia de las cosas, que es una, sino fenómenos aislados".


El velo de Maya no es otra cosa que la ilusión óptica que vivimos todos los días y sin que nos demos cuenta, como un hechizo provocado, una apariencia inconsistente y en sí carente de esencia, comparable a un sueño. Los presos de la caverna del siglo XXI ven pura pantalla escénica, ven puras ideologías especulativas, mientras que el preso liberado (y despertado) Sabiduría, Cosmovisión, Concepción real del Mundo.




Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.

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