jueves, 4 de noviembre de 2021

JUAN MANUEL DE ROSAS Y EL NACIONALISMO ARGENTINO


En el marco de una profunda guerra civil desatada entre unitarios y federales Juan Manuel de Rosas asumió como gobernador de la Provincia de Buenos Aires el 8 de diciembre de 1829 con la Suma del Poder Público. El fervor popular no podía ser más elocuente. Todos querían estar al lado del hombre vencedor de la anarquía y vengador del fusilamiento de Manuel Dorrego. Fue el primer gobernador realmente popular que aparecía en la historia de Buenos Aires. Práctico como mandatario y a la vez realista de la dramática situación que se vivía priorizó los pactos interprovinciales dando origen al Pacto Federal en enero de 1831, donde primero buscó articular a las provincias anarquizadas por los unitarios para luego llevar adelante una organización de país bajo la forma federal y con la sanción de una constitución.


Durante su primer mandato de 1829 a 1832 Rosas previó que el federalismo debía ser encausado para que no generara un autonomismo disolvente por causa de los arraigados localismos provincianos. El cáncer que amenazaba la unidad era el localismo anti porteñista de los patriciados provincianos que a su vez se traducía en un autonomismo a favor de las oligarquías locales. El Pacto Federal, al decir del historiador Adolfo Saldías, más que un simple tratado de alianzas entre provincias fue una verdadera Constitución bosquejada a grandes rasgos. Al finalizar el año 1831 ya no había disensiones dentro del territorio argentino. Por el Pacto Federal -al cual se fueron adhiriendo todas las provincias- el gobernador de Buenos Aires ejerció la dirección de las Relaciones Exteriores y el mando de todos los Ejércitos. Un jefe supremo, un Presidente de la República aunque sin ese título. De esta manera Rosas lograba lo que ningún mandatario había logrado hasta el momento: La Unidad Nacional. 


Pero ante la conmoción nacional que produjo el asesinato del prestigioso caudillo federal Facundo Quiroga, el 7 de marzo de 1835 la Sala de Representantes de la ciudad de Buenos Aires nombró nuevamente a Juan Manuel de Rosas como gobernador de la Provincia de Buenos Aires con la suma del Poder Público y por un período de cinco años. Luego de ser casi unánimemente plebiscitado por el pueblo bonaerense los días 26, 27 y 28 de marzo, finalmente el día 13 de abril asumió como gobernador con el encargo de las Relaciones Exteriores. En su proclama al Pueblo que lo aclamaba como primera magistratura del país estas fueron sus contundentes palabras:


"He admitido con el voto casi unánime de la ciudad y de la campaña la investidura de un poder sin límites, que a pesar de su odiosidad, lo he considerado absolutamente necesario para sacar a la Patria del abismo de males en que la lloramos sumergida. Para tamaña empresa mis esperanzas han sido libradas a una especial protección del cielo. Ninguno ignora que una fracción numerosa de hombres corrompidos, haciendo alarde de su impiedad y poniéndose en guerra abierta con la religión, la honestidad y la buena fe, ha introducido por todas partes el desorden y la inmoralidad, ha desvirtuado las leyes, generalizado los crímenes, garantido la alevosía y la perfidia. El remedio a estos males no puede sujetarse a formas y su aplicación debe ser pronta y expedita. La Divina Providencia nos ha puesto en esta terrible situación para probar nuestra virtud y constancia. Persigamos de muerte al impío, al sacrílego, al ladrón, al homicida y sobre todo al pérfido y traidor que tenga la osadía de burlarse de nuestra buena fe. Que de esta raza de monstruos no quede uno entre nosotros y que su persecución sea tan tenaz y vigorosa que sirva de terror y de espanto... El Todo Poderoso dirigirá nuestros pasos".


El hombre fuerte, regio y a la vez carismático se ponía de nuevo a la altura de la historia. Exaltó los valores nacionales y criollos. Rosas encarriló a la Nación fomentando un fuerte sentimiento patriótico de unidad. En 1831 durante su primera gobernación estableció el uso obligatorio de la divisa punzó para la Administración Pública, las Escuelas y el Ejército. Un claro símbolo de identidad, de amor a la Patria en una concepción real y verdadera, un distintivo de mancomunión de ideales y fervores colectivos, de apego a nuestras tradiciones, de simpatía hacia lo gauchesco. Vale decir se lo consagró no en un sentido político sectorial, no en señal de división y de odio, sino de fidelidad a la causa del orden y de paz, de unión entre argentinos bajo el sistema federal. La divisa punzó sirvió para que todos los provincianos, por encima de sus localismos, se sintieran federales, y como tales, argentinos. Y así como en 1830 había declarado fecha patria el 25 de mayo, en 1835 estableció como fecha patria el Día de la Independencia.


Desde 1835 su modelo económico proteccionista terminó con el liberalismo retrógrado que tanto había servido a los intereses colonialistas ingleses y a la élite gobernante de Buenos Aires. La exclusiva navegación de nuestros ríos dio paso al desarrollo de una importantísima marina mercante. La famosa Ley Nacional de Aduanas generó un gran impulso y protección a la Industria Nacional frente a los productos de procedencia británica. Esta protección industrialista local lejos de disminuir el volúmen del tráfico internacional logró aumentarlo, con un aumento vertiginoso de las exportaciones. La fundación del Banco de la Provincia de Buenos Aires puso fin al dominio y al monopolio del crédito y del metálico en nuestro país por parte de la especulación y la usura inglesa.


Su tan mentada y exitosa Reforma Agraria (enfrentándose a enfiteutas y concentradores  ingleses) estableció un reparto más justo de tierras productivas. Por la prosperidad del comercio, de la industria y la gran demanda de mano de obra los salarios de la Confederación se encontraban entre los más altos del mundo. Esto produjo una importante inmigración de campesinos irlandeses y vascos, marinos, artesanos españoles y genoveses, maestros alemanes y obreros de toda Europa. 


Fiel a un innato nacionalismo defendió la Patria de manera enérgica frente a las tentativas colonialistas, destacándose la Defensa Nacional frente a la agresión francesa de 1838 y la agresión anglo-francesa de 1845, una de las páginas más brillantes de la historia argentina. El mismísimo Libertador General San Martín hizo causa común escribiéndole desde su retiro en Francia poniendo de manera simbólica su espada y su persona al servicio de la Nación, felicitando al Restaurador por la heroica resistencia en Vuelta de Obligado y reconociéndolo como el gran defensor de la Independencia Americana. El 23 de enero de 1844 en el marco de la agresión colonialista francesa y previo al combate de Vuelta de Obligado esto señalaba la cláusula tercera del testamento del General Don José de San Martín: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur le será entregado al general de la república Argentina don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”


Y en correspondencia posterior al combate de Vuelta de Obligado, el 6 de mayo de 1850 el General San Martín le escribía a Rosas desde Boulogne Sur Mer: "(...) Cómo argentino me llena de un verdadero orgullo, al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor restablecidos en nuestra querida patria; y todos estos progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles, en qué pocos Estados se habrán hallado. Por tantos bienes realizados, yo felicito a Ud. sinceramente, cómo igualmente a toda la Confederación Argentina. Que goce Ud. de salud completa, y que al terminar su vida pública, sea colmado del justo reconocimiento de todo Argentino, son los votos que hace y hará siempre en favor de Ud. éste su apasionado amigo y compatriota".


La historia oficial ha contribuido mucho a envenenar nuestro pasado nacional. Quien intente definir a Rosas como un representante exclusivo de la aristocracia, de la oligarquía o de la burguesía se equivoca, como también se equivoca quien intente definirlo como un “ídolo” de la plebe, como un caudillo de negros, gauchos y compadres. Rosas fue un representante integral de los diversos estamentos de la sociedad argentina de su tiempo. Surgió como caudillo y fue elevado al gobierno por voluntad popular libremente expresada; ejerció el gobierno con el rigor que las circunstancias dramáticas del momento exigían; fue artífice de la Unidad Nacional; promotor de una cultura patriótica; guardián del orden y de la dignidad social; administrador honestísimo y ejemplar; propulsor de la Independencia Económica y enérgico defensor de la Soberanía Nacional.


Cuando se mide la estatura de un estadista lo que se pone en tela de juicio es la esencia de sus actos. Y en el juicio de la posteridad así como el General San Martín es considerado el Padre de la Patria, el Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas debe ser considerado el Padre del Nacionalismo Argentino.




Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.




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