Adolfo Saldías nació en Buenos Aires el 6 de septiembre de 1849, tres años antes de la caída política de Rosas. Cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires y en sus comienzos tuvo una formación liberal, muy a tono con el nuevo ordenamiento político post-Caseros.
En 1874 se recibió de abogado. En ese mismo año, con la sublevación militar del 24 de septiembre encabezada por Bartolomé Mitre y a raíz del resultado de las elecciones presidenciales que habían dado el triunfo a Nicolás Avellaneda, se enroló en la Guardia Nacional contra los sediciosos, otorgándosele el grado de capitán de Compañía. En 1875 fue secretario de Educación y un año después fue electo diputado por la Provincia de Buenos Aires.
Nadie podía mínimamente imaginar -por su formación liberal- que se transformaría en el primer historiador revisionista de nuestro pasado nacional. La denominada ‘Historia Oficial’ nació hacia la segunda mitad del siglo XIX bajo el auspicio de dos destacadas figuras de la Masonería Argentina, el ex presidente argentino Bartolomé Mitre y el abogado, político y diputado nacional Vicente Fidel López. Esta corriente de pensamiento historiográfico liberal se fue consolidando con el paso del tiempo para luego profesionalizarse hacia principios del siglo XX con los historiadores Ricardo Levene y Emilio Ravignani: Nacía la “Nueva Escuela Histórica”.
Saldías ante todo buscó la verdad, que es lo que naturalmente deben hacer todos los historiadores, y no se dejó llevar por sus prejuicios ideológicos liberales del comienzo. En 1878 salió a la luz ‘Ensayo sobre la Historia de la Constitución Argentina’, en donde cabe resaltar una frase más que significativa de esta obra: “Si Rosas representó en el gobierno las aspiraciones de la mayoría de la provincia, se ésta se empeñó en mantenerlo en él, legalizando todos sus actos por medio de demostraciones de adhesión, que jamás prodigó a ningún otro gobernante, ¿la historia debe descargar sobre la cabeza de Rosas todas las acusaciones, todo el oprobio, toda la odiosidad que pueda inspirar la tiranía?”.
En 1881, a cuatro años de la muerte del Restaurador de las Leyes, aparecerá su obra clásica ‘Historia de Rozas y su Época’, libro pionero del Revisionismo Histórico Argentino. Con esta obra cumbre, fuente de inspiración de futuros historiadores honestos, se produjo la total evolución en el pensamiento de Saldías, tanto desde su honestidad intelectual como desde su concepción ideológica. Para elaborar su ‘Historia de Rozas y su Época’, en primer lugar el joven historiador se interesó por los archivos existentes en el país, archivos menospreciados por la Historia Oficial.
Tuvo acceso a colecciones periodísticas de ‘La Gaceta Mercantil’ y el ‘Archivo Americano’, como así también acceso a los Diarios de Sesiones de la legislatura rosista. Pero todo pegó un gran giro cuando pudo acceder al archivo del mismísimo Restaurador de las Leyes. Luego de la derrota nacional en la batalla de Caseros (3 de febrero de 1852), Rosas se preocupó muchísimo por salvar su copioso archivo, seguramente porque los unitarios lo harían desaparecer o quemar.
Por tal motivo, en varios cajones hizo llevar toda su documentación -su único tesoro como el Restaurador diría- a la Legación inglesa de la calle Defensa, y luego de allí al buque ‘Conflict’ donde marchó finalmente a Inglaterra como ruta obligada. Después de su muerte, su gran archivo quedó en la casa de su hija Manuelita, en Londres. Y es precisamente en Inglaterra donde Saldías ha tenido acceso al archivo personal que Rosas había traído consigo. De esta manera terminó de plasmar su famosa obra, el libro fundacional del revisionismo histórico en nuestro país.
En esos cajones se encontraban testimonios de primera mano, documentos muy valiosísimos, todas las cartas recibidas por Rosas: del Libertador José de San Martín, del General Alvear, de Lord Palmerston (Primer Ministro del Reino Unido hacia mediados del siglo XIX), de Manuel de Sarratea, Manuel Oribe, etc. etc. También contó con los borradores de las notas oficiales, de los mensajes, notas diplomáticas; informes reservados de sus ministros en Londres, París, Washington y Río de Janeiro; como así también informes reservados de la policía. Todo cuidadosamente clasificado por años y materias, en sus correspondientes carpetas y legajos, de acuerdo al meticuloso orden que siempre ponía en práctica Rosas.
En 1887, durante la presidencia de Miguel Juárez Celman, apareció el tercer y último tomo de ‘Historia de Rozas y su Época’. Y cinco años después, en plena represión al naciente radicalismo, bajo la presidencia de Carlos Pellegrini, la obra fue reeditada en su versión definitiva de cuatro volúmenes, con la denominación consagratoria de ‘Historia de la Confederación Argentina’. Como dijera con claridad meridiana Julio Irazusta “la historia de Rosas esclarecida por Saldías iluminó la historia argentina para acá de 1852. Las consecuencias de Caseros se nos mostraron en perfecta relación del efecto con su causa en el desarrollo posterior del país”. Esto quiere decir que don Adolfo fue el modelo del intelectual comprometido, y como tal, fundador de la escuela científica del revisionismo histórico.
Falto de prejuicios, Saldías le envió un ejemplar de su monumental obra al mismísimo Bartolomé Mitre -quien fiel a su colonialismo cultural- le respondió de manera lapidaria condenando su trabajo y sus conclusiones. La prensa ocultó el libro a conciencia, limitando enormemente su publicación. Lo único que debía prevalecer era la Historia Oficial mitrista, y así Saldías fue prácticamente condenado a la muerte civil desde lo historiográfico. A pesar de todo ello prosiguió adelante con el esclarecimiento de nuestro pasado dando luz a más obras y llevando adelante una intensa labor periodística.
Participó activamente en la Revolución del Parque, la insurrección cívica-militar del 26 de julio de 1890 contra el régimen oligárquico, insurrección dirigida por la naciente Unión Cívica y liderada por Leandro N. Alem. Fue uno de los primeros en entrar al Parque de Artillería junto a Alem, siendo luego detenido y desterrado a Uruguay. Fue uno de los fundadores de la Unión Cívica Radical en 1891, y volvió a formar parte de una insurrección armada en la Revolución radical de 1893, siendo nuevamente detenido, encarcelado en Ushuaia y nuevamente enviado a Uruguay. En 1898 fue Ministro de Obras Públicas y en 1902 Vicegobernador de la Provincia de Buenos Aires, acompañando a Marcelino Ugarte. Posteriormente se incorporó a la Cámara de Diputados de la Nación, y no obstante su inmensa actividad política no dejó de lado su labor historiográfica e investigativa, por ejemplo publicando “La evolución republicana en la Revolución Argentina”.
Luego de su fallecimiento producido el 17 de octubre de 1914 en La Paz, Bolivia, se le rindieron honores oficiales al arribar sus restos a la ciudad de Buenos Aires. Su mayor legado fue marcar el inicio del esclarecimiento de nuestro pasado nacional, justamente esclarecer con la verdad y sin ningún tipo de prejuicios o amarillismos ideológicos. Lo que vale decir realizar un esfuerzo sincero y obstinado para conocer la verdadera grandeza de nuestro Ser Nacional a pesar del colonialismo cultural cipayo que sigue vigente en la actualidad.
Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.