jueves, 1 de mayo de 2025

DÍA DEL TRABAJADOR, POR UNA REIVINDICACIÓN NACIONALISTA


Antecedentes históricos


La conmemoración del Día del Trabajador se remonta a la ciudad estadounidense de Chicago. Hacia la segunda mitad del siglo XIX no había límites para la explotación industrial capitalista en EEUU, cuyas jornadas laborales, de 6 días, duraban entre 12 y 14 horas. Esta situación, agravada por la crisis económica de la década de 1880, generó una serie de fuertes protestas. Bajo este contexto, el sindicalismo norteamericano empezó a reivindicar la jornada laboral de 8 horas, pero al ser rechazada por el presidente Stephen Grover Cleveland (1886-1889) se decidió realizar una huelga general para el día 1° de mayo de 1886.


Chicago fue la ciudad baluarte de la misma, en donde más de 80.000 trabajadores realizaron una masiva marcha, liderados por el sindicalista anarquista Albert Pearsons. Cerca de 12.000 establecimientos industriales se paralizaron a lo largo de todo el país, alcanzando la ciudad de Chicago su punto más álgido de tensión el día 4 de mayo, al producirse una sangrienta manifestación con incontables muertos y heridos entre obreros y policías. Como consecuencia de estos graves hechos, el presidente republicano Cleveland decretó inmediatamente el estado de sitio y hubo miles de obreros detenidos. Finalmente, en 1887, y con Albert Pearsons a la cabeza, ocho cabecillas sindicalistas anarquistas terminaron en la horca, la cadena perpetua o los trabajos forzosos luego de un simulacro de juicio. Fueron los denominados “Mártires de Chicago”, de ahí el origen de la conmemoración del Día del Trabajador.



El concepto de Trabajo


En la consideración de fondo, el interés supremo de una Nación siempre debe estar por encima de todo egoísmo individual o sectario. Y en tal sentido, el Trabajo debe ser considerado como la fuente de riqueza más importante de un país, en donde el dinero nunca va a tener valor alguno si no se concibe como fruto de aquel. Todos los bienes existentes de la Nación, tanto el abastecimiento básico de su población como así también su nivel cultural, siempre dependerá del Trabajo y de la producción que la Comunidad en cuestión sea capaz de generar. Muchos de los males modernos -como la desocupación o la pauperización salarial- son producto de una inversión anti-natural generada por el mismísimo sistema capitalista.


Por otra parte, subsidiar el desempleo como práctica demagógica partidocrática (práctica sistemática a la que hemos estado acostumbrados los argentinos) quita el sentido de nobleza al Trabajo, lo degrada, y da como resultado una manifiesta inmoralidad social. Una típica práctica demagógica-populista, que por su bajeza e inmoralidad genera que se subvencione la pereza, la ineficiencia o la ineficacia. Pero a su vez no es el Capital ni las posesiones materiales lo que constituye lo más importante en la vida (como falsamente lo pretende el sistema plutocrático-capitalista especulativo). Lo determinante siempre será la capacidad del potencial laboral que se posea: la aptitud física y mental como así también el talento creativo y práctico. Y esa capacidad de potencial laboral siempre deberá estar garantizada por el honor, la lealtad, el saber, la voluntad, el sacrificio, la responsabilidad, el sentimiento, el carácter y la retribución justa.


Es en abierta oposición a una real Soberanía Política nacionalista (que en su matriz esencial rechaza toda dependencia hacia los centros financieros plutocráticos) en donde el liberal-capitalismo se muestra como un sistema idólatra del dinero, cuyos valores consisten en medir al Hombre solamente por la cantidad de bienes materiales que posee. Pero un Pueblo se realiza como tal solamente a través de una actividad laboral sana y justa, vale decir, mediante una actividad que tiene como fin en sí concretar un objetivo coherente y trascendental de vida. Porque un compatriota desheredado, marginado y excluido de la sociedad siempre guardará resignación, rencor y hasta desprecio por su Patria.


Para un país verdaderamente libre primero estarán los principios espirituales -como el Honor y la Lealtad- antes que los detalles materiales o comerciales. Una persona honorable siempre será aquella que cumpla con el deber de trabajar, aquella que a través de su comportamiento demuestre ser digna y estar a la altura de su posición laboral. Y como consecuencia de ello se debe poner énfasis en el cuidado de cada compatriota dentro del ámbito del trabajo; en su integridad y grado de realización para la vida. Por eso no se trata de ubicar indiscriminadamente a personas en puestos elegidos al azar o creados sin ninguna planificación previa. Además, el talento superior es el que realmente debe acceder a los puestos de mando.


De una forma más global, la economía de un país no es lo determinante en la vida de un pueblo. No son las condiciones económicas las que determinan las relaciones sociales. El internacionalista Kiselly Mordecai –conocido por su pseudónimo Karl Marx– sostenía en su falso análisis del sistema capitalista que la economía es la infraestructura de una sociedad, es decir, que es el gran condicionante de todo lo que ocurre en la misma. Pero es absolutamente todo lo contrario. Son los conceptos espirituales y morales los que determinan las relaciones económicas y por ende el tipo de relaciones sociales.


En la Argentina actual del ajuste, de servilismo a las Altas Finanzas Internacionales, de indiferencia real hacia los trabajadores, del saqueo en suelo patrio por parte de la Usura Internacional, se debe anteponer el deber y la lucha por un Orden social-patriótico, con renovados esfuerzos, sin claudicar. Se es verdaderamente nacionalista solamente por el alto grado de sacrificio que se está dispuesto a hacer por la Patria. Un país infinitamente mejor al actual que tenemos es perfectamente posible pero a condición de que exista una sincera voluntad de construirlo.


El tipo de producción siempre dependerá de un talento, de las potencialidades psíquicas de un Pueblo y de su posterior perfeccionamiento mediante la educación y la formación profesional. La obligación esencial del Hombre siempre va a consistir en emplear la capacidad que le ha sido dada por la naturaleza en actividades que redunden en el mayor beneficio posible para la Comunidad que lo cobija. La calificación y la recompensa nunca deben estar expresadas por el Estado en la forma y en el modo en que una persona lleva a cabo su trabajo, sino en la lealtad y en la dedicación, en el entusiasmo, la constancia y la responsabilidad con que se cumple la obligación de trabajar, parámetros que sí son los verdaderamente valederos para el respeto de toda verdadera dignidad humana.

 

Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.





Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.



lunes, 28 de abril de 2025

LIBERALISMO Y MARXISMO, DOS CARAS DE UNA MISMA MONEDA

 

El individualismo, como corriente moral, filosófica, política e ideológica que exalta al individuo por sobre el Estado, la Comunidad y la Economía, ve en el individuo la medida de todas las cosas. Se refleja en el campo económico bajo la concepción ideológica de liberalismo, afirmando que el ser individual necesita completa libertad para su desarrollo. El punto de partida se halla en las corrientes intelectuales de los siglos XVII y XVIII, en el marco de los grandes descubrimientos; el progreso en la experimentación de las ciencias naturales; el relegamiento de la metafísica; el aflojamiento de los lazos religiosos y la disolución de los vínculos profesionales que en la Edad Media ligaba a los hombres. 

El racionalismo ilustrado, como defensor de una religiosidad y una moralidad laica, coloca a la razón como fundamento de las normas jurídicas y de las concepciones del Estado. Si se habla de religión natural y de moral natural, se habla también de derecho natural. Y si los principios éticos y jurídicos son naturales, también lo serán aquellos principios que economistas como Francois Quesnay (1694-1774) resumirán en el pensamiento fisiocrático, cuyo núcleo esencial está en la fórmula liberal: Dejar hacer, dejar pasar. La propiedad privada y la libre competencia son naturales, mientras que es contrario al “orden natural” cualquier intervención estatal que tienda a bloquear o a obstaculizar estas leyes naturales. La función del Estado o del soberano debe limitarse a quitar los obstáculos que impiden el normal desarrollo de ese orden.


Tanto el liberalismo como el individualismo encontraron su desarrollo en las teorías de la fisiocracia  y en las teorías de la escuela inglesa clásica de la economía política, con Adam Smith (1723-1790) y David Ricardo (1772-1823). Según estas teorías la exaltación del bien privado como norma debía conducir al mejor y más armónico desarrollo de las sociedades. Se quiso liberar la economía de todas las ataduras y tutelas mercantilistas, y se aceptó que de la libre actividad de los individuos nacería un nuevo mundo organizado, capaz de hacer feliz a todos los hombres. 


Pero de tal libertad se arribó al libertinaje. La técnica y el desarrollo del capitalismo han conducido a la desigualdad social y al desaprovechamiento del poderío social. La economía capitalista se originó en un espíritu que subordina todo medio, técnica y economía, capital y trabajo, al servicio de los objetivos del dinero, a una plutocracia internacional. El individualismo influye perniciosamente sobre la concepción del Estado y la vida social. Su concepción de Estado se apoya en los partidos políticos, en donde las personas -que el individualismo ha atomizado-, se convierten en masa, mayoría amorfa.


Comienza así la perniciosa realidad del número y del azar. La responsabilidad es relegada y el gobierno se convierte rápidamente en una masa de funcionarios autómatas. En el individualismo/liberalismo los valores económicos son considerados como los más altos y dignos: El éxito económico llega a ser determinante para la apreciación del hombre. Aparece el “homo economicus”, cuya más elevada finalidad es la satisfacción de necesidades.


En paralelo, el marxismo representa la consciente tentativa de eliminar en todos los campos de la vida humana la sobresaliente importancia de la personalidad para sustituirla por el número de la masa. Según Karl Marx (1818-1883), todo es materia y el pensamiento mundial es nada más que el reflejo del mundo material. Verdades absolutas y eternas deben ser rechazadas. En la concepción materialista de la historia, la historia precisamente de una época no deriva de la religión, la filosofía o la política, sino de la actividad económica: Las relaciones materiales, económicas, son determinantes para la historia de los pueblos.


Sobre el fundamento de estas relaciones materiales dentro de la concepción ideológica marxista se erige la llamada superestructura de la sociedad, formando parte de ellas la religión, el derecho, la moral, la política, la cultura, la ciencia, etc. El ámbito total de la cultura es, según ello, inequívocamente determinado por la economía. Toda la vida social es la historia de la lucha de clases, en donde el progreso se logra supuestamente por la lucha de una clase contra la otra. En esa vida económica no se encuentran compatriotas sino siempre explotados y explotadores. Así el marxismo ha avasallado el espíritu, destruido la bondad y excitado los más bajos instintos sociales. Empresarios y trabajadores se consideran enemigos y no miembros de un pueblo.


En el enfoque materialista, liberalismo y marxismo son dos caras de una misma moneda. El liberalismo es el padre del marxismo, y éste no hubiera surgido sin la acción previa de aquel. Ambos son meros instrumentos de la oligarquía financiera internacional, de los grandes intereses financieros que dominan y se reparten el mundo en esferas de influencia.


En el prólogo del libro Cómo funciona realmente el mundo, del autor Alan B. Jones (Ed. Segunda Independencia), sostiene Santiago Roque Alonso Tcnl (R): “La materia prima o el mecanismo controlador de la plutocracia internacional lo constituye el dinero. Lo crea de la nada, lo reproduce geométricamente por el ejercicio de la usura y el endeudamiento permanente, monopoliza su regulación mediante el FMI, el BM o el BID, a los que también domina a través de los gobiernos. De esta forma, el dinero ha pasado a ser la medida de todas las cosas. Es el instrumento que le permite a la plutocracia internacional crear y manipular la opinión pública con los medios de comunicación bajo su control, comprar los partidos políticos mediante su financiamiento y penetrar y manejar muchos de los sindicatos obreros”.



Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.


martes, 18 de marzo de 2025

PRAXIS DE LA ECONOMÍA ORGÁNICA NATURAL

 

La economía orgánica -como concepción anti-individualista y anti-liberal-, se fundamenta en su paradigma “el Bien Común debe prevalecer sobre todo bien privado”. Rompe con los esquemas económicos materialistas liberales y marxistas. El capital debe estar siempre subordinado a la Soberanía de la Nación, y no el capital ser el amo de la Nación bajo un paraguas internacional o bajo lo que vulgarmente se conoce como “leyes del mercado”. Bajo el actual sistema económico capitalista el pueblo vive para la economía y la economía se halla al servicio del capital agiotista-especulativo internacional. Las inversiones extranjeras pueden ayudar al crecimiento de un país, de ello no cabe la menor duda, pero es falaz el argumento de que las inversiones extranjeras son “vitales” y “únicas” para que la Nación salga adelante (discursos de izquierdas a derechas si los hay).


¿Qué debe realizar entonces un Estado que asume con fuerte decisión poner en práctica una economía orgánica natural? Siendo fiel a esa ética y moral social anteriormente señalada, lo primero será atender lo urgente, lo lastimoso e indigno de la Nación generado pura y exclusivamente por políticos miserables: Atender a la masa de desocupados, pobres, indigentes y jubilados mal retribuidos en todos sus años de aporte. Arbitrar los medios para poner a trabajar y capacitar a los desheredados bajo un estratégico y estructural plan de obra pública a lo largo y ancho del país, como así también generando subsidios genuinos para trabajos en el sector privado. Ello en lo inmediato.


En lo estratégico y de fondo, establecer un patrón de emisión monetaria Peso-Trabajo en donde sólo se emita dinero para pagar el trabajo realizado (mecanismo dinamizador de la economía que no genera inflación). El respaldo de esa emisión monetaria se apoya en el trabajo productivo y en la riqueza real de la Nación. Este patrón monetario termina así con el descalabro de que siempre se va a depender de una permanente entrada de dólares para que no se devalúe la moneda nacional, lo que equivale a cortar de raíz el accionar de parásitos especulativos, de la Alta Finanza globalista que por el motivo que sea siempre fugan dólares. La Internacional del Dinero no tiene Patria.


¿Cómo se puede implementar lo anterior si no se posee un Real Señorío de lo Propio (al decir de Jordán Bruno Genta)? Para cortar con esa economía de gobiernos gerenciadores del más crudo capitalismo (tecnócratas de la plutocracia internacional), la clave estará en cortar de raíz el agio especulativo estableciendo con fuerza de ley la figura de ‘terrorismo económico’ para el interés (la usura), para todo crecimiento de dinero que se realiza sin el más mínimo esfuerzo productrivo. Lo segundo, y en paralelo, será nacionalizar los resortes vitales del funcionamiento de una economía, pero no en un sentido colectivista burocratizante (al más puro estilo comunista o filo-comunista) sino en el sentido de regir una economía para que la misma sea orgánica, natural, en función de intereses estratégicos de crecimiento geopolítico.


La palabra de orden es PROTEGER. ¿A quién concretamente? A los habitantes que hacen grande al país. ¿De quién? Del capital internacional y sus “leyes”. En este sentido cobra vital importancia el establecimiento de un férreo proteccionismo industrial, que a modo de ejemplo puede inspirar mucho la Ley Nacional de Aduanas establecida bajo el gobierno del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas (ley sancionada en diciembre de 1835). Un proteccionismo ajustado solamente en aquellos productos que el país es capaz de fabricar, garantizando así su desarrollo como otra de las grandes metas prioritarias. Ello arrastraría a un comercio exterior que exportaría producción nacional, valor agregado. Y en tal sentido, una de las grandes falacias de los economistas y políticos liberales es hacernos creer que las grandes potencias mundiales son liberales y no proteccionistas.


¿Qué función cumplirían entonces los bancos? A diferencia de la banca usurera ya conocida, los “bancos nacionalistas” se desarrollarían sobre principios ético-económicos-legales, siendo un sistema financiero diferente basado en la solidaridad y la moral hacia el compatriota y no puesto al servicio del individualismo egoísta capitalista. Tendrían como primera norma la prohibición de pagar y de recibir interés por el dinero. Establecer un sistema de crédito justo que permita el desarrollo de la economía, valga decir, la captación de capital en depósitos diversos; inversiones lícitas productivas en función de las reales necesidades de la Nación; distribución de utilidades y/o pérdidas.


El banco se estaría asociando con un determinado capital con un trabajador, prestándole dinero sin interés para un emprendimiento determinado, con una distribución fija de las utilidades para ambas partes. En caso de pérdidas, o quiebra, el banco pierde el capital y el trabajador su esfuerzo o trabajo. Ambos pierden. En caso de ganancias se distribuye proporcionalmente el capital invertido. Los depósitos se pueden atraer a estos bancos nacionalistas ofreciendo incentivos: Dar algo, en dinero o en especie, por los depósitos libres de interés (depósitos libres de usura); ofrecer a los depositantes reducción o exención en el pago de cargos por los servicios del banco; dar prioridad a los depositantes en las facilidades que brinda la institución bancaria.


En paralelo, se hará vital sancionar una ley de prohibición de endeudamiento hacia el extranjero (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial u otro órgano internacional globalista), desterrando para siempre esa cultura de endeudamiento que tanto daño le ha hecho al país. En todo lo señalado la Argentina se inserta con su estructural y parasitaria Deuda Pública Nacional, con el agravante de que la Deuda Externa se contrajo de manera ilegítima e ilegal conforme al histórico fallo de la justicia argentina del 14 de julio de 2000, deuda originada desde el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) y que creció de manera exponencial con los sucesivos gobiernos civiles pseudo-democráticos desde 1983 en adelante. Así como están los esclavistas están los pagadores seriales que históricamente han rendido tributo a los jerarcas de la Usura Internacional. La Deuda Externa se deberá pagar en lo lícito que se deba pagar, no es su estafa.


El Estado nacionalista debe buscar un equilibrio entre lo público y lo privado. Debe dejar de crecer por crecer, debe terminar de ser elefantiásico, burocratizante, lleno de personas que no cumplen un verdadero rol de trabajo, lleno de parásitos. Debe cortar partidas presupuestarias innecesarias (muchas de ellas verdaderas roscas políticas), debe buscar siempre el superávit fiscal como también meta prioritaria y equilibrio ordenador de cuentas públicas. Cortar con la cultura de gastar sin medir el endeudamiento que ello genera. Como consecuencia, al haber cuentas públicas equilibradas se podrá realizar la eliminación de impuestos innecesarios, degradantes, y de esta forma se podrá implementar otra medida fundamental: El establecimiento de una carga impositiva básica y progresiva.

  

Para un Estado que pone en práctica una economía orgánica natural, la tierra no es una mercancía ni un simple factor de producción, es una parte vital en la vida de cada uno de los pueblos. Tampoco es un bien de renta, es un bien de trabajo. A su vez, campesino es todo aquel que trabaja su terruño de manera incondicional y por arraigo. Por consiguiente, el título honorífico de “campesino” debe corresponder por derecho propio a todo aquel argentino vinculado a su tierra. El ciclo económico debe respetar siempre las etapas de producción, industrialización, comercialización y consumo. De nada valdría a los chacareros producir si en el país no hubiera consumo o si la exportación no insumiera al remanente de su producción. 


De lo anterior se plantean las siguientes ideas-fuerza: Adquisición de tierras productivas para argentinos; prohibición de su utilización para la especulación financiera o para generar cualquier tipo de renta sin trabajo, aboliéndose las hipotecas de tierras a prestamistas privados; fomento de asociaciones cooperativas para el comercio mayorista de productos primarios, precios, suministro de maquinarias u otros elementos para el desarrollo rural; formación y capacitación profesional adecuada; otorgamiento de créditos estatales para el desarrollo productivo rural; nacionalización o expropiación –según el caso– de tierras en posesión de no-argentinos agiotistas; establecimiento de un férreo proteccionismo arancelario en defensa de la producción primaria local.


Es el Capital Humano, el Pueblo, el mayor activo para lograr y mantener grados de libertad e independencia sobre los intereses extranjeros financieros colonialistas. Es el Capital Humano formado no solamente en aptitudes técnicas o científicas, que son fundamentales para el desarrollo económico, sino también en valores humanos y culturales, en la conservación de las tradiciones; en un Estado que tiene la obligación moral de privilegiar el desarrollo humano, de hacer realidad un Pueblo fuerte y digno, de poner en práctica con escoba de hierro una economía orgánica natural.




Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.


domingo, 9 de febrero de 2025

TEORÍA DE LA ECONOMÍA ORGÁNICA NATURAL

 

La economía no debe considerarse como un ente autónomo o como un proceso natural que se desarrolla según sus propias leyes. Debe ser entendida e interpretada simplemente como un medio, una herramienta para arribar a un fin. En lo inmediato, su finalidad reposa en la satisfacción de necesidades humanas, no en la rentabilidad (hoy por hoy lo único decisivo para la producción de bienes). En lo fundamental, y de fondo, es aquella que genera por su propio accionar la grandeza espiritual, ética, moral y física de un Pueblo.  


En abierta oposición a la ideología del liberalismo, toda economía sana debe rechazar el concepto individualista de ganancia monetaria y de rentabilidad como fines económicos absolutos en sí. Abrazar estos paradigmas capitalistas equivaldría entonces a negar el interés de la Comunidad y considerar el interés especulativo y agiotista del gran Capital. La vida económica (como la vida humana misma) solo debe ser concebida en Comunidad. Y toda Comunidad solamente puede desarrollarse si dentro de ella cada miembro se compenetra con espíritu de sacrificio, vale decir, si cada compatriota se desenvuelve con visión de conjunto.


Como consecuencia de lo anterior, la política económica representa una doctrina de servicio, de valor y de energía que saca sus fuerzas de las entrañas mismas del Pueblo. Por eso a toda actividad económica le debe competer el desarrollo de todas las fuerzas éticas, morales y anímicas de la Nación. No se trata entonces de que la economía procure sacar ventajas en los individuos, tampoco de poner en primer lugar la mejor y más barata provisión de bienes materiales, sino que estén decididamente en primera línea la Dignidad de todos, la Independencia y el Honor Nacional. La economía se concibe como una creación cultural formada por una libre decisión de la humanidad. Reposa en el libre arbitrio del libre querer de los hombres.

 

Una economía orgánica es aquella en donde el Pueblo no vive para la economía y la economía no se subordina a la rapiña y expoliación del Capital Internacional, sino muy por el contrario: es el Capital el que sirve a la economía, y la economía la que sirve al Pueblo. Este es el motivo por el cual debe subordinarse a un Estado (garante de lo anterior). Se desprende así que el Estado no actúa “porque sí” sino que lo hace por ser el regulador, el conductor y guía de esa economía ética-social en su totalidad.


Toda política económica siempre será correctamente dirigida si las medidas estatales sostienen y fortalecen los valores de la nacionalidad. No se trata, entonces, de que la economía procure ventajas a los individuos. Tal como lo sostuviera en su momento el Papa Pío XII (1876-1958), el hombre como persona tiene derechos que deben ser defendidos contra cualquier atentado contra la Comunidad que pretendiese negarlos, abolirlos o impedir su ejercicio. El verdadero Bien Común se determina en el equilibrio entre el derecho personal y el vínculo social.


Por consiguiente, el gran paradigma rector deberá siempre ser “el Bien Común debe prevalecer sobre todo bien privado”, lo que debe entenderse en el sentido de que el natural interés por la ganancia no debe lesionar o despreciar (tan siquiera mínimamente) el Bien Común, el Bien del Estado y el interés de la totalidad. Se debe apuntar, y con exigencias rigurosas, a una conciencia ética y moral de los que actúan en la vida económica. Se suman como presupuestos básicos el reconocimiento de la propiedad y el respeto por la libre iniciativa creadora, en rechazo abierto a toda idea de socializar desde un Estado burocrático y elefantiásico, cuanto no dictatorial, la mecánica de la producción.


La noción de ´Bien Común´, ausente el individuo como sujeto de derechos inalienables, queda enmarcada en las condiciones que favorecen el ordenamiento vital de la Comunidad, en donde otro paradigma rector se impone: “Derecho es lo que beneficia al Pueblo; injusticia es lo que lo daña”. Se subordina toda iniciativa económica individual a las exigencias vitales de la nación descritas. Se “colectiviza” solamente la sustancia del derecho. A su vez, la personalidad libre, creadora y responsable debe ser el fundamento de toda la conducción económica del conjunto. Pero esa personalidad libre y creadora no tiene derecho a pensar solamente en sí misma. Debe subordinarse sí o sí en los más elevados fines estatales en el terreno económico.


La economía orgánica parte entonces de una concepción anti-individualista de la vida social y económica. El individuo por sí sólo no representa nada sino como miembro de una multiplicidad y de una totalidad supraindividual, de la Nación, del Estado; de la exigencia de la estructuración orgánica de la economía en el Estado. Por eso son fundamentales los factores morales y culturales en la consideración de la economía, y a la vez el rechazo de esa consideración de la economía que hace hincapié en una libertad individualista desapegada de las manifestaciones de la cultura y del devenir de la vida misma.


Tanto la ética económica como la conciencia de la unión nacional deben compenetrar la totalidad de la economía. Para ello debe haber un Despertar del Espíritu dentro de la mismísima Comunidad, debe haber un espíritu económico, una ética económica, una formación de la conciencia de la responsabilidad hacia la totalidad. Un desarrollo hacia el futuro, fluido y pleno de sentido partiendo de un pasado. La condición determinante también sería que tanto el Capital como el Trabajo -con las características de la actualidad, en estrecho y mancomunado abrazo- sean el motor de la grandeza de la Patria.


 En definitiva, para que exista una economía orgánica natural deben existir requisitos éticos vitales impulsados por un Estado con profunda sensibilidad social, para llevar al Pueblo a un nivel de vida superior en el sentido amplio y pleno de realización: La instauración de un verdadero Orden ético-social-económico nacionalista.




Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.

domingo, 26 de enero de 2025

EL PATRÓN PESO-DÓLAR Y EL PATRÓN PESO-TRABAJO

 

El anclaje de la moneda nacional al Dólar es lo que comúnmente se denomina “tipo de cambio”, vale decir, la relación que existe entre el valor de una moneda local y el de una extranjera, o expresado de otra forma, la cantidad de dinero que se necesita para poder comprar una unidad de moneda extranjera, en este caso la moneda más fuerte del mundo. En ese anclaje existe una dinámica intrínseca por la cual la divisa de un país sistemáticamente se devalúa frente a la poderosa divisa norteamericana (patrón de pago internacional luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial).


¿Quién fija el tipo de cambio bajo la economía capitalista? En teoría se nos dice habitualmente que el tipo de cambio es el resultado del equilibrio entre la demanda y la oferta de divisas. Los que demandan moneda extranjera vendrían a ser los importadores de mercaderías y servicios, los particulares por ahorro, el turismo, la especulación y el propio Estado. A su vez, la oferta de divisas la proveen los exportadores, la entrada de capitales para invertir, el ingreso de moneda extranjera por parte de particulares y el Estado. En Argentina, el tipo de cambio es fijado históricamente por el Banco Central.


¿Qué efecto se produce entonces si no hay una oferta “óptima” de divisas? ¿Qué ocurre si no hay entrada de capitales para invertir, si no hay dólares para “ofertar”? Al romperse el equilibrio entre oferta y demanda entonces se produce una devaluación de la moneda local. Y los efectos de este sistema de devaluación son letales: Desaceleración, estancamiento y crisis de la economía, inflación, precarización laboral y desocupación, lo que lleva consecuentemente a la pobreza y la indigencia.


Para terminar con ese descalabro, de que siempre se va a depender de una permanente entrada de dólares para que no se devalúe la moneda nacional, el sistema del Patrón-Dólar debe ser reemplazado por un sistema diferente, no estrictamente monetario. Esto equivaldría a cortar de raíz el accionar de parásitos especulativos, de la Alta Finanza globalista que por el motivo que sea siempre fugan dólares, ya que el capital agiotista y la Internacional del Dinero no tienen Patria.


Para el actual sistema capitalista del Patrón-Dólar es el Capital el que produce la riqueza, mientras que para una economía estrictamente nacionalista y con pleno ejercicio de Soberanía, un Patrón-Trabajo es es aquel en donde pura y exclusivamente el Trabajo es el que produce la riqueza. Cada uno de los miembros de una Comunidad Nacional son los que tienen la capacidad de siempre crear productividad en beneficio del Pueblo. De esta manera el sistema del Capital puesto en función social del Patrón-Trabajo sólo emite moneda para pagar un trabajo realizado.


¿En qué estaría respaldada la moneda de un país bajo este sistema? Simplemente bajo el trabajo productivo y la riqueza real de la Nación, y no, como en el actual sistema económico que nos rige, por una moneda extranjera y en base a la falacia de la "confianza de los mercados". La masa monetaria de un país debe ser exactamente igual a la riqueza real y tangible de dicho país y no que haya más dinero o menos dinero que bienes y servicios disponibles. Si el Estado lleva adelante una política de creación de dinero primero debe crear riqueza, o sea, trabajo. Bajo una economía netamente capitalista se crea dinero para “financiar” obras, mientras que en una economía nacionalista primero se pone el acento en trabajar en las obras, y al existir ese trabajo físico y real entonces se emite dinero en la medida que la obra de trabajo queda terminada, dinero emitido cuyo fin excluyente es pagar al trabajador.


Por consiguiente, mientras en los países capitalistas si no hay dinero no hay trabajo, bajo una órbita económica de Patrón-Trabajo si no hay dinero de antemano no importa, porque la mirada se puntualiza en la voluntad de generar riqueza desde lo productivo (funcionamiento de fábricas), y por ende el dinero aparece y es emitido (retribución económica por el trabajo realizado). Bajo este sistema el control de la emisión de la moneda lo lleva adelante el Estado y no los banqueros, no el “mercado”. La masa monetaria circulante aumenta conforme al valor real de una obra realizada.


El dinero no tiene valor por sí mismo, sólo es un bono por trabajo efectuado, una mera herramienta para facilitar el intercambio de trabajo, bienes y servicios. Nadie puede ponerse a crear dinero si el mismo no representa operaciones comerciales susceptibles de ser realizadas o si no representa una riqueza real creada. Por eso el Patrón-Trabajo es el modo más eficaz de saltarse los mecanismos de aquellos que emplean la emisión de dinero como una herramienta de dominación especulativa.


Si el Estado crea dinero para pagar a un trabajador que produce algo, entonces el aumento de la masa monetaria no tendría por qué repercutir en un aumento de la inflación ya que también se han aumentado en la misma medida los bienes disponibles producidos. Mientras el dinero esté respaldado por un activo tangible no puede existir nunca esa aberración económica llamada inflación, aberración típica de economías plutocráticas capitalistas y colectivistas (capitalismo de Estado).


Esta es la razón por la cual el capitalismo se denomina así, porque sin capital no se puede empezar ninguna actividad económica, lo que es falso. En su ideología de base el dinero es la medida de todas las cosas. Lo mismo ocurre con el enfoque teórico del marxismo que postula que por más que existan los factores productivos de la tierra y de la mano de obra si no existe el otro componente esencial (en su visión) que es el capital (el dinero), entonces ocurre lo mismo, la actividad productiva no se lleva adelante. En tal sentido, tanto el capitalismo como el marxismo son dos caras de una misma moneda: El Poder Mundial del Dinero.


El sistema económico nacionalista del Patrón-Trabajo es vital, porque su esencia consiste en ser una herramienta de intercambio de trabajo, bienes y servicios. Es sólo el Trabajo el que puede crear riqueza (y no el dinero), que de ponerse en práctica terminaría para siempre con la avaricia de los grandes banqueros internacionales que esclavizan a los pueblos con el manejo de sus economías, vale decir en esencia, con el sistema del Patrón-Dólar y con la cultura del endeudamiento permanente.




Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.


lunes, 30 de diciembre de 2024

EL INTERÉS DEL DINERO COMO SISTEMA DE ESCLAVITUD


Bajo el actual sistema plutocrático-capitalista, la fuerza invisible operante del dinero es el mammonismo, vale decir, la disposición exagerada y desmedida del individuo en cuanto a su instinto adquisitivo. Es por ello que el capitalismo como sistema no tiene ética ni se ajusta a ideales de justicia, de democracia o retribución justa dentro del campo de las actividades económicas. Una concepción de vida orientada pura y exclusivamente hacia los valores materiales.


El motor de este despótico sistema es el interés, una práctica inmoral por la sencilla razón de que genera dinero de la nada y sin ningún tipo de esfuerzo productivo. A través de la antiquísima práctica del préstamo, el capital financiero tiene una perversa dinámica que consiste en multiplicarse de la nada y de manera exponencial. En ese efecto multiplicador son las finanzas especulativas las que crecen cada vez más y en muy pocas manos. Una práctica que con el paso del tiempo fue degenerando en una cultura de endeudamiento como si fuera algo común y corriente.


El interés del dinero es una epidemia devastadora, un veneno corrosivo, el invento diabólico por excelencia del Globalismo. ¿Por qué es un sistema de esclavitud? Porque posibilita la vida de zángano de una minoría poderosa a través de parasitarias e impagables deudas externas, todo ello a costa del trabajo y del sudor de los Pueblos. Es la principal herramienta de dominación del Nuevo Orden Mundial, una suerte de gran pulpo expoliador cuyos tentáculos asfixian a las naciones. No por nada el célebre escritor ruso León Tolstoy (1828-1910) afirmó en su momento: “El Dinero es una nueva forma de esclavitud, distinguible de la antigua única y simplemente por el hecho de que es impersonal, es decir, que no hay relación humana entre el amo y el esclavo”.


El globalismo capitalista comparte junto con la ideología marxista la “función” del Dinero. En su obra El Cerebro del Mundo (Ed. del Copista, pág. 121), el prestigioso analista geopolítico Adrián Salbuchi sostiene: “Un paradigma del capitalismo de libre mercado consiste en considerar que el dinero no es sólo un mero medio de intercambio en la economía, sino que también tiene un valor intrínseco en sí. Por ende, se lo puede comerciar como una mercancía más según supuestas ´leyes´ del mercado, con la diferencia de que debido a que el dinero es una abstracción, sus posibilidades de crecimiento resultan infinitas”.


“La economía natural y el sentido común sin embargo dictan que el dinero es -o debiera ser-, tan sólo un medio para facilitar la actividad económica. El marxismo jamás fue otra cosa que un burdo capitalismo de Estado, lo que explica por qué jamás cuestionó este paradigma fundamental capitalista respecto de las funciones del dinero. Consecuentemente, el marxismo tampoco cuestiona el concepto del interés sobre el dinero que conforma otra de las claves que ha permitido el gran auge del actual poder parasitario de la globalización financiera”


La deuda tiene una sola lógica, la lógica del interés –o de la usura que es lo mismo–, en donde el acreedor usurero lo único que busca no es que el deudor pague (como erróneamente se cree) sino hacer crecer más y más el monto a cobrar. Dominar a un Estado a través de su incapacidad económica al no poder afrontar las obligaciones de pago hace que haya un mecanismo de refinanciación de deuda para “salvar” las obligaciones vencidas a corto plazo. Pero tal refinanciación significa acordar por un nuevo interés, convirtiéndose esta práctica en un círculo vicioso siempre a expensas del deudor y siempre a favor de las fabulosas ganancias del acreedor. Un sistema armado de deuda perpetua. Y esta es la esencia del actual sistema capitalista individualista: El ansia insaciable de lucro, la dominación de las naciones con deudas cada vez más grandes y abultadas por parte de los verdaderos parásitos y sanguijuelas de este sistema de esclavitud, los grandes banqueros internacionales.


En todo lo señalado la Argentina se inserta con su estructural y parasitaria Deuda Pública Nacional, con el agravante de que la Deuda Externa se contrajo de manera ilegítima e ilegal conforme al histórico fallo de la justicia argentina del 14 de julio de 2000, deuda originada desde el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) y que creció de manera exponencial con los sucesivos gobiernos civiles pseudo-democráticos desde 1983 en adelante. Así como están los esclavistas están los pagadores seriales que rinden tributo a los Jerarcas de la Usura Internacional.


El colonialismo internacional del dinero, ejercido por la selecta plutocracia de banqueros globalistas, es el que lleva adelante el control de la creación de dinero, sus volúmenes de circulación y flujos de capital; el sistema financiero internacional y nacional de los países; la regulación del crédito y consecuentemente los ciclos de expansión y depresión económica; la imposición propagandística de la cultura del préstamo y la deuda permanente y por último el endeudamiento de las naciones para así llevar adelante la expoliación de sus riquezas. Un poder tiránico y omnímodo.


Son los mega-bancos (Black Rock, Goldman Sachs, JP Morgan, HSBC, City Group, Deutchbank y Credit Suisse, entre otros) los que imponen las leyes en EEUU, el Reino Unido, la Unión Europea y demás países occidentales. Esto nos permite comprender por ejemplo los ataques de la OTAN a naciones que han pretendido establecer bancos centrales independientes de los mega-bancos mundialistas: Irak, Irán, Libia, Siria. Existen cientos de bancos de cerebro que permanentemente analizan y planifican a nivel geopolítico, pero las estructuras más importantes y decisivas son: El Council on Foreign Relations (Consejo de Relaciones Exteriores); el Grupo Bilderberg y la Comisión Trilateral.


Pero si todos los países poseen moneda propia y la pueden emitir libre de inflación, o sea, si la pueden emitir en base a un Patrón-Trabajo… ¿Por qué entonces se pide “prestado” a una corporación financiera internacional? ¿Para qué endeudarse si la deuda misma ya genera fuertes condicionamientos externos? Esta es la trampa del sistema usurero capitalista que asfixia a los Pueblos con la benevolencia de una partidocracia gobernante que le es funcional.


La práctica del interés del dinero debe quedar tipificada como acto criminal desde lo jurídico-legal. Debe ser siempre una política de Estado a seguir. ¿Qué función cumplirían entonces los bancos al no existir más el tradicional “servicio” del préstamo a interés? Sólo prestar un determinado Capital y como contrapartida tener una participación en las ganancias o dividendos de las empresas que solicitan ese Capital para llevar adelante un emprendimiento económico. De esta manera el dinero dejará de ser especulativo (al dejar de existir el interés) para convertirse en productivo (fruto del Trabajo). Por ende, el capitalismo deja de existir como sistema en sí para dar paso a un sistema ético desde lo económico, un capital-humanismo.




Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.




sábado, 2 de noviembre de 2024

LA PARTIDOCRACIA COMO ABUSO DE PODER


Según la Real Academia Española, la partidocracia es la “situación política en la que se produce un abuso del poder de los partidos”. El desprestigio de la política, una pseudodemocracia en donde los partidos que habitualmente se alternan en el gobierno ejercen el poder a expensas de los intereses de la Comunidad Nacional. Bajo un régimen partidocrático el partido impone candidatos por quienes los votantes se ven obligados a optar; cierra filas imponiendo una disciplina partidaria sobre legisladores y funcionarios públicos, de modo que las decisiones no las toman éstos sino la cerrada dirigencia partidista; limita la libertad de los afiliados para expresar públicamente sus opiniones discrepantes o contrarias a las del partido. Una dictadura a secas.


En su obra Encrucijada Mundial (Editorial Ariel, pág.130) el prestigioso especialista en geopolítica y relaciones internacionales, coronel Pedro Baños, sostiene: “Una de las consecuencias del desánimo social generalizado es la desconfianza en los partidos políticos tradicionales. No es de extrañar, pues, que tanto unos como otros -ninguno se libra- deparan constantes escándalos, bien por casos de corrupción, bien por otros motivos como abuso de poder, injerencias en la justicia, nepotismo, prevaricación o cualquier otra figura. Son tantos y tan frecuentes que ya casi nos hemos acostumbrado a ellos y no les damos la importancia que deberíamos, quizá porque no vivimos en un verdadero sistema democrático, como sería propio de una ciudadanía soberana, despierta y exigente”.


La partidocracia es entonces un disfraz democrático que se utiliza para usufructuar los recursos del pueblo por una oligarquía usurpadora del Estado, al decir del filósofo político, sociólogo y antropólogo Jacques De Mahieu. Un sistema de gobierno a costa del pueblo en donde los partidos que están en la oposición -sobre todo aquellos que han gobernado y esperan volver a hacerlo- procuran no hacer un excesivo daño al partido gobernante del momento, justamente por el temor de que un exceso de fuerza ejercido sobre el adversario político termine por volverse en su contra. Todos de un mismo lado, en mayor o menor grado, donde se busca estar siempre en la política parasitaria como medio de vida.


Claro que a la ciudadanía le corresponde la mayor responsabilidad. Afirma también Baños en su mencionado libro (pág. 450): “Así pues, la partidocracia lo impregna todo, y aunque parezca lo contrario, los ciudadanos no tienen en su mano remediar los males mayores de la política, ya que cada cuatro años (si las coaliciones de Gobierno fracasan, en menos tiempo) se ven obligados a escoger el mal menor entre las opciones que les brinda un sistema que está al servicio de los partidos políticos, y no de los ciudadanos a los que sirven o deberían servir. Nos dicen con descaro que los ciudadanos no estamos al servicio de los políticos y sus formaciones. Todo lo contrario. Pero nadie lo diría cuando se observa su tren de vida, sus onerosas e ineficientes estructuras de Gobierno que alcanzan volúmenes de gastos descabellados, pagados a base de endeudar más y más al país que gobiernan”.


Los ganadores de un acto eleccionario gobiernan o legislan siguiendo un “estilo” y siguiendo sólo sus objetivos. Esta forma de proceder es el origen de la falta de entendimiento y de los conflictos que permanente y sistemáticamente prostituyen la verdadera esencia de lo que tendría que ser una democracia. Feudos organizados en las provincias, autocracias donde prevalece la voluntad del político mandamás, del déspota. Pero si el poder reside en el pueblo ¿por que éstos siguen reproduciendo lo mismo? El filósofo y ensayista español Ortega y Gasset ya nos hablaba del hombre-masa, y si a ello le agregamos el alto grado de manipulación que juegan los medios de comunicación y las redes sociales al servicio de un aparato, el esquema va cerrando.


Todo vale en los procesos electorales y también durante los períodos de gobierno, la manipulación de encuestas para inducir tendencias; la utilización de medios públicos para crear opinión favorable sobre políticos y partidos; gastos desmesurados a cargo del erario público. Las mentiras son tan abundantes y cotidianas en este ámbito que es algo que se ha naturalizado, normalizado. Incluso hay quienes las justifican por considerarlas necesarias para “garantizar” la “gobernabilidad”. Al decir de Pedro Baños, sale a relucir la frase que la mayoría de los políticos aplica ‘el fin justifica los medios’. Tal como en su momento lo han puesto en práctica grandes tiranos de la historia, así lo piensan hoy en día quienes siendo lobos se disfrazan de corderos para infiltrarse en el rebaño.


El sistema electoral, tal como está estructurado, perpetúa en el poder a quienes se sirven de él para vivir a su costa, no para estar al servicio de quienes les han confiado su destino y el de su país. La vocación de servicio, imprescindible en la política, debe estar acompañada de transparencia y rigor en la gestión, de generosidad en el desempeño de las funciones asignadas, de franqueza en la rendición de cuentas, y de humildad en la crítica propia y ajena. Teóricamente, el Estado cuenta con mecanismos para controlar los desmanes a los que conduce el poder. Pero la realidad se encarga de desmentirlo, por la existencia de la partidocracia como régimen corrupto y prebendario.


Se precisa entonces la depuración total del sistema político y la implementación de uno que haga política para los intereses genuinos de la Patria. Propulsar para ello una meritocracia en los puestos de mando del Estado, recuperando para la sociedad los valores humanistas y la cultura del esfuerzo, como modelo de sociedad justa y equilibrada. Para ello se debe precisar de los mejores para que ocupen los puestos de mayor responsabilidad. Personas extraordinarias en sus funciones. La selección de personas que deberían asumir la responsabilidad de gestionar el país estaría fundamentada entonces en los méritos y capacidades para desempeñar el cargo público que le correspondiera.


Debe ser una misma persona jerárquica responsable la que conforme equipo, con el fin de cubrir los puestos de responsabilidad necesarios para desempeñar una buena labor de gobierno, donde sea obligatoria una supervisión de consejo de asesores expertos y un centro de formación de altos funcionarios, donde se los capacite, siendo una condición indispensable sobre todo para los más altos mandos. Sostiene a su vez Baños (ob. cit, pág. 473): “Para acceder, se llevaría a cabo un estricto procedimiento de selección, basado tanto en las calificaciones de los estudios previos como en aptitudes personales para el desempeño de las funciones previsibles”.


Primaría entonces el mérito y las aptitudes personales. Desde el mismísimo Poder Ejecutivo se deberían establecer las condiciones para el control de las instituciones, para evitar así que los partidos ejerzan su influencia y presión sobre las principales instituciones. Un presidente debería estar sujeto de antemano a adecuados organismos de control, para evitar todo tipo de personalismos o autoritarismos. Y dicho control se debería hacer desde el Poder Judicial. Sin cegueras ideológicas, aceptando únicamente ideas que estén dentro de la sana convivencia ciudadana.


Toda iniciativa legislativa emanada del Poder Ejecutivo deberá realizarse con objetividad y justicia, contando para ello con la supervisión del Poder Judicial, indispensable en todo orden constitucional, junto con las Fuerzas Armadas y las demás Fuerzas de Seguridad. Por eso se debe revisar a fondo las leyes de los partidos políticos. Los parásitos afuera. Genuinos y auténticas jerarquías conductoras vivirían y actuarían para la política, no vivirían de ella.




Darío Coria, profesor de Historia y Ciencias Sociales.



Toda iniciativa legislativa emanada del Poder Ejecutivo deberá realizarse con objetividad y justicia, contando para ello con la supervisión del Poder Judicial, indispensable en todo orden constitucional, junto con las Fuerzas Armadas y las demás Fuerzas de Seguridad. Por eso se debe revisar a fondo las leyes de los partidos políticos. Los parásitos afuera. Genuinos y auténticas jerarquías conductoras vivirían y actuarían para la política, no vivirían de ella.

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